miércoles, 23 de abril de 2014

La mirada de Ulises de Theo Angelopoulos

Hace años que tengo por cr´tico literario de cabezara a Julio R. Chico a través de su web que se llama La mirada de Ulises. Me llamó la atención el nombre y busqué hasta comprobar que era, además, el título de una película que mi crítico favorito, considera excepcional. Evidentemente, por pura coherencia, tenía que ver la película y lo hice hace muy poco, en su versión original, en griego e inglés mezclada con varias lenguas balcánicas y subtitulada en español. Hice bien en seguir la sugerencia subliminal de la web.
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Theo Angelopoulos fue un director de cine griego, recientemente fallecido cuya producción es escasa y exquisita. Un cine no apto para el consumo de masas suele encandilar a los críticos por la técnica depurada y la poesía visual de sus películas. A pesar de su excelencia cinematográfica, tan sólo recibió premios menores, además de una Palma de Oro en Cannes por su película La eternidad y un día. Esta película fue premiada con el Gran Premio del Jurado de Cannes de 1995.
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La mirada de Ulises es la historia de un viaje, una Odisea moderna. Un cineasta griego, exiliado en los Estados Unidos, regresa a su ciudad natal en Grecia para emprender un apasionante viaje, en busca de tres rollos de película rodados por los hermanos Manakis en 1905, nunca revelados y que se hayan perdidos. De Albania a Skopje, en Macedonia, de Bucarest a Constanza, a orillas del mar Negro en Rumanía. Luego, a través del Danubio, hasta Belgrado y por fin a Sarajevo, donde, como curiosidad, aparece fugazmente un vehículo militar español, un BMR de UNPROFOR, por haberse rodado estas escenas en Mostar y no en la capital bosnia. En su camino se cruza con su propia historia, con el turbulento pasado de los Balcanes, con las mujeres que podría haber amado. Espera recobrar con estas imágenes olvidadas la inocencia de la primera mirada.
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Sus casi tres horas son una compendio de virtuosismo cinematográfico. Para los que, además, hemos vivido casi dos años en los Balcanes, nos resulta evocador y nos acerca a nuestra Ítaca particular.

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