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La fortuna, o tal vez no, ha querido que pasara una breve temporada en El Puerto de Santa María. Villa costera de hermoso nombre y gentes amables, clima dulce bañado por la Bahía de Cádiz y calles solemnes, señoriales, viejas por usadas y por experimentadas con plazas que tienen nombres como la "de las Galeras reales".
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Y el pescado y el vino que da esa tierra, ya sea el Cádiz o, más alejado, en Arcos. Y allí, como por arte de birlibirloque, me encontré con restaurante con estrella michelín, que teniendo el valor relativo que tiene, es al menos un seguro de calidad y buen servicio. Allá fui al Faro del Puerto, el mejor restaurante de la Bahía con una relación calidad precio extraordinaria y poco frecuente y un servicio amable y profesional.
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Allí di cuenta de unos carabineros de aquellos mares exquisitos y de un "solomillo" de atún rojo que aún me estoy santiguando, todo ello regado con un vino blanco, afrutado y ligero, un Gádir de Osborne, que fue la perfecta combinación para una espléndida tarde-noche calurosa, medianamente hedonista, en que me sentí un bon vivant, y en la que descubrí un restaurante al que se ha de volver, tarde o temprano con la ayuda de Dios y del presupuesto.