La productora Contracorriente, pequeña empresa de Ciudad Rodrigo, ha estrenado su último largometraje titulado Un Dios prohibido, en la que cuenta la historia de los mártires de Barbastro en el verano de 1936. Es una apuesta arriesgada en un mundo colapsado por la izquierda anticlerical, soez y vulgar. Por ello es además una vivificante y muy recomendable bocanada de aire fresco.
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Pablo Moreno, un desconocido director de cine, ha plasmado con acierto, gran fuerza y disponiendo de un guión de plena fidelidad a los acontecimientos históricos, actores amateurs y 300.000 euros.
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El resultado no es una gran película en términos técnicos y comerciales aunque podría mantenerse, por propio merecimiento, varias semanas en cartel. El resultado es una gran película por todo lo demás, es decir, por que cuenta una historia plena, compleja, incomprensible para la sociedad actual; por que nos cuanta esa historia con trazos finos no dejando en el tintero las aristas morales de sus personajes, sus miedos y mezquindades, sus anhelos y sueños.
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Los protagonistas de la historia, un grupo de jovencísimos seminaristas claretianos son, en esta cinta, de carne y hueso, pero, por verse tocar el cielo, el de verdad, se elevan como anticipo y ejemplo por esos campos en los que nadie hoy se atreve a adentrarse. Hablar de Dios, rezar el rosario, ir a la muerte con una plena inocencia y perdonando al verdugo... Demasiado para esta sociedad tan preocupada con los valores... de la Bolsa.