El pasado noviembre las elecciones presidenciales en EEUU dejaron un resultado que helaron la sangre a medio mundo: el odiado Donald Trump había ganado las elecciones y, contra todo pronóstico, Hilaria Clinton se quedaba en la estacada tras un larga y bronca campaña vivida con pasión allí y aquí. Por este baluarte ya comentamos algo sobre esto.
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Sea como fuere, parece que el fin del mundo se encuentra próximo y nada nos va a salvar. Opinantes, políticos y periodistas, pensionistas, autónomos y mercachifles de todo género han sentenciado que el horizonte es negro y hemos de perder toda esperanza. Trump va a acabar con todo, con el mundo sensible y con el insensible, tanto dentro como fuera de los EEUU. Y no hay escapatoria.
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No seré yo quien ponga la mano en el fuego por Donald y sus ideas, algunas de las cuales, parecen, en efecto, peregrinas, cuando menos. No obstante...
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- Parece que los políticos profesionales y su "corralito" empiezan a tambalearse a ambos lados del Atlántico y dan paso a otras personas que tienen otras cosas que decir y que, además, lo dicen de otra forma.
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- Los tiempos de la corrección política parecen estar felizmente acabados.
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- Las cosas en el mundo pueden cambiar a mejor si dejemos de organizar guerras en medio mundo como hijo Bush Jr. y, sobre todo, Obama.
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- A cambio podrían cambiar determinadas cosas en el orden interno de los EEUU que, les aseguro, me importa poco. Hasta es posible que la policía deje de tirotear a negros...
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En definitiva, esto que vivimos parece ser parte del final de una forma de entender la democracia ya caduca. Estas elecciones en EEUU junto con el Brexit, el referéndum de Colombia o quién sabe si las próximas presidenciales en Francia son capítulos de una revolución silenciosa e incruenta. Los cambios son dolorosos, sobre todo para los que pierden poder por el camino. Sólo queda adaptarse o morir. Yo me voy a adaptar.