viernes, 31 de diciembre de 2010

El sol, a orillas del mar, metido en una copa

Había salido de la villa castellana en que (sobre)vivo sólo unas horas antes, ayer ya de tarde. Allí la lluvia empapaba el aire y el frío, que cortaba los hálitos, se medía en cifras irrisorias de la escala de Celsius.
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El camino que atravesaba hacia el norte la estepa castellana, seca, dura y gélida, poblada de nobles e inútiles castillos y solitarias espadañas no presentaba en su ascética reciedumbre un panorama mejor. El viento y la lluvia azotaba a los últimos peregrinos que iban a Compostela. Mecía también los olmos que jalonan el Duero o los campos, aparentemente estériles, que nos darán el pan el próximo verano y el primer vino en otoño. Y con ambos la Paz.

Esta mañana, en la costa atlántica, cabalgando sobre un recodo de la Ría de Arosa, el sol secaba los charcos de las últimas lluvias, calentaba los fríos rigurosos del pasado otoño y alegraba esta mañana ociosa y bulliciosa, antesala de una fiesta casi siempre ordinaria y un tanto absurda (¿se han felicitado Vds. alguna vez los meses de Abril o las segundas quincenas de Noviembre?).
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Un alto en el largo y gratificante paseo me sorprendió al sol, frente a una breve mesa en la que imperaba una copa de vino, producto de esta tierra gallega que me vio nacer hace demasiados años. El vino, de un color dorado, resultado del duro trabajo de los hombres y de la paciencia de los cosecheros, daba la impresión, ahí metido en su copa, de ser una embajada del sol, un rayo de luz que salió de una botella. Como si el hombre fuera capaz de embotellar el clima que alegra los corazones para poder disfrutarlo en diciembre o en cualquier otro mes cuando las lluvias y el frío son lo habitual. Sé que no es así, pero hoy me apetece pensar que sí es posible, y por eso se lo cuento.

El Aleph de Jorge Luis Borges

No encuentro mejor forma de terminar un año aciago, como éste que hoy termina, que con la lectura de una de las mejores colecciones de cuentos de ese maestro en el género, y en otros, que fue Jorge Luis Borges, mago argentino e hispánico de la palabra, ciego vidente de mundos de imposible comprensión, de una sabiduría infinita, dueño de una biblioteca de Alejandría que poblaba las estanterías de una imaginación infinita, de una elegancia literaria insuperable.
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El Aleph, quizás el más celebrado de los libros de Borges, se publicó en 1949 y se revisó y amplió posteriormente, como el propio Borges indica en el epílogo. Alianza Editorial lo edita como parte de la Biblioteca Borges en una edición de bolsillo, y ahí lo llevé en mi deambular urbano en trenes y autobuses.
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Es éste un volumen de apenas 200 páginas que incluye 17 cuentos y un breve epílogo. Los cuentos son de variado tamaño y temática, pero sobre todo y como casi siempre, fantástica, impregnados de mitología, orientalismo, en el mejor sentido de la palabra, y sorprendentes piruetas literarias, en los que los libros, secretos manuscritos o bibliotecas ocultas son siempre el eje sobre el que gira la rica imaginación de este argentino universal.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Sé la luz que dicen que hemos perdido

No requiere este anuncio ni presentación ni explicación. Quizás este mensaje debería haber venido de una mano más instutucional y menos comercial pero le agradezco a Nike el mensaje y la forma y a los tres "actores", su ejemplo.
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viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz y Santa Navidad

He encontrado hoy mejores palabras que las que yo podría haber escrito para desearos una Feliz y Santa Navidad. Monseñor Munilla, Obispo de San Sebastián, nos felicita y reflexiona con agudeza y sencillez, clavando un estilete de Verdad en nuestro corazón. Y lo hace hoy en una artículo de la Gaceta. Les veo estra medianoche en la Misa del Gallo, tras la cena de pastores. Feliz y Santa Navidad.
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La semana pasada acudí al Pregón de Navidad en el Kursaal de San Sebastián, y a la salida me comentaba uno de los asistentes que nuestra cultura occidental corre el riesgo de reducir la Navidad a una especie de fiesta de carnaval de fin de año. Me impresionó un diagnóstico tan gráfico y tan crudo, y más aún cuando lo remató con las siguientes palabras: “La Navidad laica es como una carcajada sin alegría”. Tras una breve conversación nos despedimos amablemente, no sin antes desearnos una “Feliz Navidad”.

Con mayor o menor conciencia de lo que significa esta expresión, en la Nochebuena repetimos hasta la saciedad el deseo de felicidad a nuestros familiares y conocidos. Muchos millones de sms serán enviados esta noche formulando este mismo deseo. Parece de sentido común que seamos capaces de responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la razón especial para la felicidad en esta noche? ¿Qué tiene este día que no tengan los demás? Paradójicamente, cuando nos falta la fe necesaria para gozar de la Navidad como la celebración del nacimiento de Jesucristo, de Aquel que vino al mundo para nuestra salvación, ocurre con frecuencia que este tiempo suele resultar melancólico y hasta triste. Nos sobrevienen y nos martillean multitud de pesadillas: la ausencia de seres queridos; la melancolía por las rupturas matrimoniales; las rencillas y enemistades familiares; la constatación de muchos egoísmos; el peso de los años y los fracasos de la vida; el desamor; el vacío existencial.

Ciertamente, una Navidad que no ponga a Jesucristo en su centro, como razón y sentido de nuestra existencia, se reduce a un carnaval al servicio del consumismo. Tenemos que abrir los ojos para comprender que a la estrategia consumista, no le interesa nuestra felicidad, por la sencilla razón de que la gente feliz consume menos. Como decía Fréderic Beigbeder: “La insatisfacción es el alma verdadera del comercio”. Recuerdo un diálogo de la película Comprométete (Casomai), en el que una de las protagonistas afirmaba: “He llegado a pensar que la infelicidad es el auténtico motor del beneficio económico. Dos que se separan dan trabajo a abogados y jueces, multiplican por dos el número de casas y de coches, multiplican el consumo. Cuando yo me he sentido infeliz, he ido a comprarme un vestido rojo”. Algo de esto parecía entender Santa Teresa de Jesús cuando escribía sus conocidos versos: “Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”.

El consumismo desaforado es un mero refugio de nuestra infelicidad. El materialismo no consigue hacernos felices, aunque parezca que nos consuela de no serlo. El placer del cuerpo intenta suplir la infelicidad del alma. Y a ello nos aferramos, a falta de otra esperanza.

Decía Kierkegaard: “La puerta de la felicidad se abre hacia adentro, hay que retirarse para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más”. ¡He aquí la clave de la felicidad! El materialismo no hace sino empujar hacia adentro la puerta, cada vez con más fuerza, y de esta forma cierra a cal y canto la apertura a la felicidad. Por el contrario, la fe no “empuja” la puerta, sino que deja sitio, para que ésta pueda tornarse; de forma que nos abramos a la Buena Nueva de Jesucristo.

Y continuando con esta imagen, toda puerta necesita al menos dos bisagras: si la primera es la Fe, la segunda es la Caridad. La felicidad no es perfecta hasta que no se comparte. Más aún, la felicidad no es otra cosa que nuestra libertad puesta al servicio del amor.

¡No nos avergoncemos de la palabra felicidad! No caigamos en la tentación de pensar que se trata de un término rosa, idílico e inalcanzable. Digamos con pleno sentido, y permitidme que os lo diga yo ahora a vosotros: ¡Feliz Navidad y Santo Año Nuevo para todos! Eguberri zoriontsua eta Urte Berri On!

Y dado que uno de los más claros indicios de la felicidad es el agradecimiento, os quiero invitar a todos a dar gracias a Dios, bendiciendo la mesa esta Nochebuena. Aquí os ofrezco mi propuesta de bendición:

Bendice, Señor, en esta Noche Santa, esta mesa y a los que en torno a ella nos reunimos, así como a todos nuestros seres queridos y a los que echamos en falta. En esta noche en la que viniste a nosotros, sin encontrar posada donde alojarte, queremos abrirte las puertas de nuestro hogar y las de nuestros propios corazones para que entres y hagas tu morada en ellos. Da pan a los que tienen hambre, y hambre de Dios a los que tienen pan. Concédenos la gracia de reunirnos un día toda la familia en la mesa celestial. Amén.

Y digo yo, ¿qué tal si nos viésemos a medianoche en la Misa del Gallo?

domingo, 12 de diciembre de 2010

Cuentos de la vida casi entera de Angelina Lamelas

Con el libro que se glosa en esta entrada, sucede algo curioso. Fue por mi varias veces regalado antes de ser leído, recientemente fue leído, pero sin embargo, no soy dueño de ningún ejemplar, extremo este que ha de mudar en breve para continuar la tendencia, casi una obsesión, de poseer los libros que he leído y más si, como es el caso, me han gustado.

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La lectura de Cuentos de la vida casi entera, recopilación de cuentos, algunos autobiográficos, escritos por Angelina Lamelas, ha resultado ser una gran experiencia, no sólo literaria sino también, digamos, humana o personal. En efecto, este libro tiene la virtud de cambiar lo que toca y como si de un Rey Midas se tratara, profundiza en las situaciones cotidianas rebuscando en su fondo y extrayendo las lecciones más bellas que son de simple y directa aplicación en nuestras vidas.

Santander, Cuba, Madrid y otros muchos lugares son el escenario, personal o familiar, de una vida "casi entera". Por ellos desfilan, impulsados por una pluma amable y acostumbrada al cuento infantil, personajes verosímiles, algunos tanto como Don Gregorio Marañón, contando situaciones, hechos, obsesiones y dramas, pero siempre adornadas por una mirada amable, una sonrisa o un beso.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Infanteria española. A pie y sin dinero.

Pocas Armas o Cuerpos pueden presumir de haber contado en sus filas con un Premio Nobel. La Infantería española puede presumir de eso y de más, como contar entre sus filas a Cervantes, Calderón de la Barca o Antonio Mingote, además de Camilo José Cela. El texto que aparece a continuación ya apareció en este Baluarte, pero no importa repetirlo porque es toda una poética definicón. Si. Les aseguro que es algo grande sentirse el amo del mundo a pie y sin dinero contemplando la ancha estepa española y sentirte dueño de una tradición y, sobre todo, de un futuro por delante. Doy ahora paso al Nobel Cela para felicitar a todos los soldados de Infantería de España, desde Su Majestad el Rey hasta aquel centinela que esta noche, bajo un frio inclemente, se volverá a sentir el amo del mundo mientras vela por la libertad de los españoles en cualquier recóndito rincón del Mundo.
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A pie y sin un ochavo en los bolsillos, calados hasta los huesos y con el estómago frío; en la vista una nube de hielo y en el dedo que oprime el gatillo un sabañon.

El dia 8 de Diciembre hace frio, mucho frio, pero nunca bastante para frenar a la Infantería, que con un trajecito de dril, derrite la nieve de los montes y la escarcha de los rios difíciles y el hielo que oprime los corazones en desgracia.

Ningun oficio mas bonito que el de Capitán de Infantería, artesano del valor heróico, orfebre del valor estoico, que va a pie donde lo mandan con sus hombres detras, y que a veces se queda en el camino con una bala "!Con que facilidad, Dios mio!" que le para los pulsos del corazón. La guerra no es triste, porque levanta las almas. La guerra no es triste porque nos enseña que fuera de la Bandera, nada, ni aún la vida, importa.

La Infantería es la guerra a pie firme, la guerra cara a cara, la vida jugada a cara y cruz de la victoria y la muerte. La infantería es la guerra a cuerpo limpio, y el infante lidiador que lleva el espiritu armado de un estoque de fuego, como un arcángel de estrellas en la bocamanga. La Infantería no es la materia, es el ligero y tenue soplo que vivifica. La Infantería no es la masa, es la compañía. La Infantería no es, a veces, ni el concierto; es siempre la canción arrebatada del solitario centinela, que canta para que el Cabo de Guardia sepa que esta vivo.

Quien no haya sido soldado de Infantería quizá ignore que cuando el hombre se cansa, aún le faltan muchas horas y muchas leguas para cansarse. Porque el secreto de la Infantería, (nosotros estamos hablando naturalmente de la Infantería Española, la de las cornetas en el cuello de la guerrera ) es el de sacar fuerzas de flaqueza y hacer de tripas corazón. Que nunca mas noble fin tuvieron, ni nada mejor pudieron servir. Quien no haya sido soldado de Infantería que cuando el hombre se lanza, cuando al hombre se le calienta la sangre, lo mas difícil es pararlo y enfriarlo.

Porque el otro secreto de la Infantería es el de calentar el aire con la mirada y darse cuenta de que la batalla terminó cuando el soldado creía que estaba empezando. Que nunca mejores temples se conocieron ni en más gallardo menester se emplearon. Quien no haya sido soldado de Infantería quiza ignore lo que es sentirse amo del mundo a pie y sin dinero.

A pie paseamos por donde quisimos, porque el que no va a pie, no se entera y os lo dice un vagabundo. Y sin dinero izamos nuestra Bandera donde nos dió la gana y donde nos mandaron, porque la victoria no es algo que se compra sino que se conquista y os lo dice un pobre. Ningun oficio mas bello que el de infante, que lleva su casa a cuestas como el caracol y se pelea porque no admite jaques; como el león y como el gallo y como el toro. Sin medir las fuerzas (que no fuera noble presentar las batallas ganadas) y sin mirar atrás porque detrás no hay nada, absolutamente nada.

Con el frio del 8 de Diciembre se calienta nuestro corazón al pensar, como a una novia a la que quisiésemos, en la Infantería. Resuenan pífanos marciales y aún nupciales en la última y más profunda revuelta de nuestros oidos y aún se estremece, gracias a Dios, ese ultimo nervio que en los cuerpos de los bien nacidos se guarda, como oro en paño, para que vibre en las ocasiones solemnes.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Las negras mariposas de la noche

Antes del alba un revuelo de negras mariposas interrumpió mis sueños. Ante mis ojos apareció la nada más absoluta, negra, infinita, sin dimensiones conocidas. Presagio de terrores infantiles, larga noche de insomnio, eterna, desesperante, espera por una alborada que no llega.
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Pero allí mismo, ante el infinito abismo de la noche, se percibía un rumor dulce, como el acompasado motor de un alma, el tenue hálito que calentaba el espacio y helaba el tiempo. Haciendo que aquella sima oscura y mortal se convirtiera, por efecto de la mayor de las posibles fuerzas, y sin mudar su incertidumbre de ébano, en un canto de esperanza, en la promesa de un sol, de un nuevo día, en una luz gélida que matará la tiniebla, en la estrella de la mañana, en una marfileña sonrisa matinal.

En el tiempo helado por el rítmico sonido recordé paisajes y sonrisas, lágrimas y pesares, rezos y paseos. Sumergido en aquel negro abismo, ya dulcificado por su presencia, recordé que el sol sale siempre y que vivo y viviré, no porque sienta la noche aplastar mis sueños sino porque cada mañana una sonrisa me da esperanzas y alimenta mis sueños.

Un Avemaría y una caricia bastaron para espantar las negras mariposas de la noche.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Cuando los ciudadanos colapsan al Estado

Hay quien asegura que los Estados fuertes están pasados de moda, que las libertades humanas y las diferentes formas de relación no requieren más que de unas pocas normas genéricas y que el "mercado" combinado con una mediana racionalidad son suficientes para que la vida en el mundo moderno siga su curso y se genere la riqueza necesaria para el desarrollo integral de los pueblos y los individuos.
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Hay quien desde otras posiciones sociales o ideológicas justifican la necesidad de un Estado fuerte que sea capaz de salvaguardar los derechos y exija los deberes de todos los ciudadanos. Los países comunistas, el III Reich alemán o la Italia fascista eran, con sus notables matices y diferencias, coincidentes en este punto. Hoy en día, en una perspectiva más modernizada y respetuosa, los sistemas de los países nórdicos son ejemplo de lo mismo.
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Ambos modelos han sido capaces de mantener,
con luces y sombras, un estilo de gobierno medianamente eficaz y solucionar algunos de los problemas de los ciudadanos. Por contraposición a estos dos modelos extremos, el ultraliberal y el estatista, se han tratado de crear varias soluciones intermedias, las llamadas terceras vías, que buscan mejorar y adaptar lo mejor de ambos modelos dando, en diferentes ámbitos de la vida social y económica, respuesta con un balance equilibrado entre las dos corrientes. Algunas de ellas, muchas de ellas simples períodos de transición de un modelo a otro, han tenido cierto éxito y han sido capaces de garantizar el desarrollo de la sociedad en su conjunto y la de los individuos en su particularidad. El modelo aplicado en España desde 1956 a 1973 es, por ejemplo, un modelo de éxito y eficacia en este aspecto.
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En estos modelos híbridos se generan a veces disfunciones y crisis que ponen al Estado en una situación de riesgo. En la España de hoy sucede así cuando desde un modelo liberal, pero apoyado por unas instituciones sociales, sanitarias y educativas públicas se perpetúan estructuras paralelas de poder de origen decimonónico y capaces de forzar a la sociedad o de plantear un simple chantaje al Estado. Es el caso de los sindicatos y de otros grupos de presión.
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Acabamos de salir se una situación paradójica en la que un pequeño sindicato que a nadie representa ha puesto en jaque a España como Estado y ha generado caos, pérdidas económicas y desesperación. Podemos pensar que es la rebelión de los yupis que cobrar 30 mil euros al mes, pero que a pesar de no representar a nadie son capaces de poner en evidencia al estado y parar a una nación entera. La realidad es otra.
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Se intenta crear un nuevo modelo de Estado, moderno, nos dicen, donde en cambio se perpetúan los privilegios de unos pocos, en todo caso, los de los sindicalistas.
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Se intenta "generar derechos" mientras que los que disfrutan los españoles dependen en gran medida en su lugar de residencia. Pisoteando además lo de los no nacidos.
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Se intenta entrar en la modernidad y en el futuro "por la puerta grande" mientras se buscan viejas renciilas y se abren heridas ya cerradas para avanzar mirando al pasado y despertando viejos odios.
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En definitiva, el pasado caos aéreo no es más que el reflejo de una deficiente construcción del Estado. Un síntoma más de la incoherencia y la falta de sentido de Estado del equipo de dilettantes que nos dirigen con el supuesto liderazgo de nuestro fracasado Rey Sol, desaparecido estos días, pero aún, incomprensiblemente, a los mandos del zozobrante barco.