Las noticias están ahí. Este baluarte ya hizo una valoración de urgencia. Las elecciones presidenciales en Irán han dado unos resultados oficiales que dan una victoria incontestable a Mahmud Ahmadineyad frustrando los deseos de su principal contrincante Mir Husein Museví y con los suyos, también los del Occidente que soñaban con una victoria reformista. Ahora, todo el mundo ve con horror, indignación, incredulidad y cierta sorpresa lo que pasa en las calles de Teherán. En Occidente, la capacidad y el interés de entender lo que pasa son nulos. Ciertos analistas, gritan clamando por un recuento o una victoria clara de “su” candidato, creyéndole una suerte de Obama pérsico y pensando que los iraníes hacen sus cálculos como si fueran vecinos de Brooklyn, Chelsea o Chamartín. .
Quizás haya habido fraude, quizás haya habido cierta cantidad de votos contados dos veces y otros ninguna. Puede ser. Lo que ya es más difícil es que el fraude sea tan masivo como para falsear varios millones de votos. Jamenei y sus Guardianes de la Revolución dirán la última palabra. Mientras la sangre corre por el asfalto persa y los ánimos se exaltan por ambas partes, Occidente apenas balbucea unas palabras sin sentido y se rasca, incrédulo, la cabeza.
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Conviene recordar que antes de las elecciones todos los analistas electorales, tanto los buenos como la mayoría, daban como ganador, por menos de un 50% a Ahmadineyad y pensaban que todo se jugaría en una segunda vuelta. A veces la realidad es tozuda, sobre todo cuando las percepciones e ideas preconcebidas son falsas o están condicionadas.
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Occidente, es decir, sus políticos, periodistas y analistas, hablan con aquellos que hablan inglés, ya que pocos o ninguno habla farsí. Los iraníes que hablan inglés suelen ser de clase acomodada y “con mundo”, es decir el "votante modelo" de Musaví. Por eso los análisis iniciales han sido erróneos y nos dan una imagen falsa de lo que piensa y quiere el iraní medio, que no habla para nada inglés y jamás se acercó a un periodista de la BBC, del Washington Post o del El País. Una prueba del desconocimiento de lo que pasa por allí es ver cómo escriben en inglés, tanto en la prensa como en los informes de los "analistas" los nombres de los líderes: Mahmoud y Mousevi. Con esa caracteristica "ou" de la transliteración a la francesa, es decir los "policymakers" angloparlantes, no tienen suficientes especialistas y se tienen que apoyan en los minoritarios (pero eficientes) francófonos. Hagan la prueba buscando en Google y verán.
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Estamos, una vez más ante un fallo de análisis por simple desconocimiento, por dedicar a personas diletantes a hacer un trabajo para el que no están preparados. Occidente acaba creyéndose sus propias fabulaciones y luego se rasga las vestiduras cuando la realidad no se adapta al guión.
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Seamos claros. Irán es un pueblo antiguo, noble e inteligente. Orgulloso de su pasado y de su identidad múltiple, persa y musulmana. Ven clara la tarea de liderar a un mundo islámico vituperado e insultado por Occidente. El mismo Occidente que le pagó a Saddam Hussein una guerra dura, cruel y larga contra Irán entre 1980 y 1988. Una guerra que costó un millón de muertos. Cada iraní tiene en el fondo de su corazón una pena que sabe muy bien a quién achacar. Luego vino el “Eje del mal”... Cuando en Irán gobernaron reformistas como Jatamí o Rafsanjani, Occidente les dio la espalda, algunos incluso los criminalizaron. ¿Qué pretendemos ahora?, ¿qué voten a los que nosotros queremos?, ¿por qué pensamos que "los nuestros" son también "los suyos"?
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Entender la naturaleza religiosa del régimen iraní y todo lo que ello supone, es crucial para hacer valoraciones y análisis de lo que pasa y de lo que puede pasar. Occidente no sabe hacerlo. Un Occidente cada vez más laicista, más ajeno a la religiosidad propia y ajena, más incapaz de entender las fuerzas internas que mueven a las personas y a los pueblos, se está volviendo incapaz de entender lo que pasa más allá de la Casa Blanca, de Downing Street, del Kremlin, del Eliseo y, no digamos, de la Moncloa.
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Estos son nuestros pecados y si seguimos recreándonos en ellos seguiremos sin entender nada.