viernes, 27 de mayo de 2016

Valladolid, capital de un viejo imperio

Un breve e intenso fin de semana me llevó a pasar unas horas de descanso en Valladolid. La que fuera cuna de Felipe II, y capital de un viejo imperio en el que no se ponía nunca el sol, conserva su tranquilidad, su recia elegancia castellana y la amabilidad, también recia y castellana, de sus gentes.
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El fin de semana fue de un sol radiante lo que hacía que los vallisoletanos estuvieran en las calles disfrutando de los primeros días de verdadero verano, que invitaba a pasear, sentarse en una terracita a tomar un vino fresquito de Rueda o un sobrio Ribera de Duero y ver, mientras tanto, pasar la vida con cierta indiferencia.
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Visitar el Museo Nacional de Escultura o el Patio Herreriano, contemplar la rica arquitectura religiosa, con iglesias, románicas, góticas o barrocas, es una delicia que deja el poso de la rica historia de España centrada en esta capital regada por el Pisuerga. Si además se ve desde la distancia la monumental Academia de Caballería y se disfruta de cerca el monumento al Regimiento Alcántara, obra de Mariano Benlliure, el recorrido artístico vallisoletano queda completo.
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Esto deja paso al capitulo gastronómico en el que la oferta es amplia y de gran calidad. La bebida por excelencia e indiscutible son los vinos que da esta tierra. Los verdejos de Rueda, blancos, puros y afrutados que combinan con pescados o con lo que queramos, como con un atardecer, dejan paso a los riberas que, con sus diferentes maduraciones, alcanzan la excelencia de los tintos hispanos y son muy aptos para acompañar a un cordero o a carnes rojas de las que esta tierra es también generosa.
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Existe, además, una cierta tradición de los pinchos, que nada tiene que envidiar a su homóloga donostiarra y que ofrece verdaderos platos de consagrado gourmet a precios populares, por lo que los gourmands, como yo, quedemos satisfechos y colmados de buenas viandas. En este campo destaca Casa Jero, un pequeño local, siempre atestado donde el pincho se convierte en arte.
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Valladolid, tan cerca de todas partes y tan olvidada desde hace tiempo, es una gran capital española que ofrece la vida sencilla y cálida de una villa y la monumentalidad de una sede episcopal. Disfrútala.

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