Aunque admito que pueda ser una gran estupidez, hace algunos años años pensé que de mi paisano y vecino, Don Ramón del Valle-Inclán, tenía que leer una serie limitada y concreta de novelas, que incluía la serie de las Guerras Carlistas, las Comedias bárbaras y las Sonatas. En total, diez novelas, que con Luces de Bohemia, hacen once libros. Finalmente, con este libro que aparece hoy en este baluarte, se completaba mi peculiar ciclo valleinclanesco, y por eso, con dudas sobre lo corto de mi selección, aparece ante ustedes este potencialmente último Valle-Inclán.
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Sea como fuere, la lectura de Tirano Banderas fue, como esperaba, una delicia literaria, que se hace un poco complicada cuando, al principio, se enfrenta el lector al lenguaje de "Tierra caliente", seguramente giros, expresiones y palabras mejicanas que Valle conoció durante su estancia en aquel país.
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La historia se centra en unas jornadas revolucionarias en las que un grupo político un una guerrilla pretenden derribar a Santos Banderas, el sátrapa elegante, orondo, cruel y justiciero de Tierra caliente, en la que una corte de aduladores, comerciantes españoles con pocos escrúpulos, conspiradores diplomáticos europeos, soñadores, putas y honrados y pobres campesinos que ven cómo sus destinos se juegan cerca de sus chabolas y muy lejos de su alcance.
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Esta novela deja un poso amargo de la necesaria reivindicación social, el de la corrupción asociada al poder y el esperanzador grito del campesino que, confiado en la justicia divina, pretende acelerarla tomándosela de su mano. Una novela que es, seguramente, el certero de retrato de una época que aún no ha terminado en la América hispana.
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