jueves, 25 de agosto de 2011

La OTAN en Libia y las comparsas celtíberas: Historia de un fracaso

En Castellana 109, un grupo de cesantes sonríe con arrobo y hace muecas de complicidad a otra banda, también cesante, que viene del Palacio de Santa Cruz. Dos mujeres de hierro, o quizás de alguna aleación ferrosa, se saben dominadoras del mundo y no pueden evitar dar histéricos saltitos sobre la moqueta. Pero las miradas furtivas no pueden disimular esa cierta rigidez que da el saberse fuera de juego. El orsay, que diría un castizo, no es sólo términos locales en el que el "linier" hace muchos meses que levantó el banderín y ha roto su silbato de tanto hacer señas al árbitro. No, estas señoras están en un fuera de juego moral e internacional en el que se han puesto ellas solas y a las que han arrastrado a toda una Nación, aquella a la que creen dirigir, la nuestra, España.
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Este gobierno nos ha mentido sobre las operaciones en Libia. Nos ha dicho que la ONU apoyaba esta misión pero lo cierto que es que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad no ha sido respetada desde hace meses. Que la OTAN, de la mano de los EEUU y de Francia, ha tomado partido por los rebeldes es un hecho ya denunciado en este baluarte. Que para proteger a la población civil hayan bombardeado a población civil es otra trágica broma que no tiene ninguna gracia. Nadie cuenta la gravísima responsabilidad política en que ha incurrido el Gobierno del Sr. Zapatero al apoyar una guerra contra uno de los mejores aliados de Occidente en África, Gadafi, que no era un santo pero, al menos sabíamos quien era. Ahora tenemos algo peor: el vacío.
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Pero los vacíos, como ocurre en la dinámica de fluidos se llenan con rapidez con lo que haya cerca y que pueda meterse por las rendijas. Lo que se está metiendo por las rendijas de Trípoli son grupos islamistas más o menos radicales, líderes tribales, algunos políticos de la Cirenaica que serán mal recibidos en Trípoli y, en definitiva, un caos de difícil manejo. En concreto, me atrevo a delinear el aciago futuro que nos vamos a encontrar y vamos a sufrir:
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- Combates urbanos en Trípoli y Sirte, agravados por bombardeos de la OTAN. Robos, saqueos, y ejecuciones de seguidores de Gadafi, lo que aumentará el instinto de supervivencia de los aparentemente vencidos y prolongará el conflicto. Los combates pueden durar varias semanas y si la resistencia está algo organizada podría ser una verdadera carnicería.
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- Desacuerdo permanente en el Gobierno provisional libio sin que ninguna figura logre alcanzar la preponderancia. Finalmente los EEUU impondrán uno al que todos despreciarán y no que será incapaz de controlar nada. Es decir el triste "modelo Karzai" en Afganistán.
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- Las facciones islamistas, envalentonadas, intentarán imponer su ideario radical, se organizarán taifas y pequeños emiratos a los que se opondrán las tribus del sur, incluidos, por supuesto, los Tuareg. Occidente se preocupará y verá como existe una cierta ósmosis entre Al Qaeda en el Magreb Islámico y las facciones libias que se han hecho con el relativamente moderno arsenal de Gadafi, ahora incontrolado.
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- En el peor de los casos, y para nada descartable, algún iluminado de la OTAN o de la UE dirá que hay que lanzar una "Operación de apoyo a la Paz" y repetiremos el error garrafal de Irak y de Afganistán, con la diferencia de que ahora será a las puertas de Europa.
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A cambio, algunas empresas americanas y francesas se harán con las migajas del petróleo libio del que Repsol, uno de los grandes inversores allí, puede verse fuera.
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Mientras tanto en Castellana 109 y en el Palacio de Santa Cruz quedarán
por el suelo, como testigos de este caos, los tapones del champagne, francés, por supuesto. Las muecas cómplices, ahora desfiguradas en rictus mortal, habrán helado el alma de un pueblo sin pulso que se merece los gobernantes que tiene y merece creerse, por indolente, las mentiras que le cuentan, mientras les limpiamos la moqueta.

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