jueves, 25 de agosto de 2011

A time to keep silence de Sir Patrick Leigh Fermor

Conocí. al menos de forma consciente, al viajero, escritor y erudito inglés Sir Patrick Leigh Fermor CBE, DSO, a raíz de su reciente fallecimiento gracias al artículo que el Marqués de Tamarón, antiguo embajador del España en Londres y amigo personal de Sir Patrick, le dedicó en una tercera de ABC. La semblanza que hacía del escritor me llamó de tal forma la atención que busqué sus libros, breves biografías y artículos en revistas españolas y británicas. Me encandiló su vida agitada, heroica, heterodoxa, de la que hizo una permanente búsqueda de la belleza y el buen gusto, una carrera por el saber y por el conocimiento en su sentido más amplio, especialmente sobre Grecia donde vivió, luchó y amó.
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Este breve libro, escrito en 1957, A time to keep silence es, según muchos críticos la mejor pieza literaria de un escritor que sólo publicó ocho libros, casi todos de viajes y cuya trilogía del largo viaje de Londres a Constantinopla en 1934 quedó inacabada. Por ello quise leerlo en su versión original, publicada por New York Review Books, aún sabiendo que perdería parte de su sentido y su belleza. Ha merecido la pena dedicarle unas horas a este volumen de menos de 100 páginas.
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El libro se compone de tres partes mas un breve epílogo. En ellos narra sus impresiones y sensaciones tras pasar una temporada en un monasterio benedictino y en otro cisterciense, ambos en Francia. La tercera parte cuenta la visita a las ruinas de un antiguo monasterio troglodita en Capadocia en Turquía.
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Fermor, que es agnóstico pero conoce y valora al Cristianismo y todo lo bueno que ha hecho por la cultura y la dignidad del hombre, sufre en su primera estancia una transformación profunda que le hace plantearse cuestiones muy profundas ante las condiciones de vida de los monjes, su permanente alegría y le acerca, aunque no llegue a ser llamado, a una fe que le sorprende, le llama la atención y llega a producirle una sana envidia. Además cultiva y mantiene en estos monasterios franceses la amistad de varios monjes de gran cultura, hecho éste que también le sorprende, y que le hace añorar la vida monacal, la tranquilidad del Scriptorium en que trabaja y la soledad y el silencio que rodea todo confiriendo a todo una plena sensación de Paz.

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