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Este breve libro, escrito en 1957, A time to keep silence es, según muchos críticos la mejor pieza literaria de un escritor que sólo publicó ocho libros, casi todos de viajes y cuya trilogía del largo viaje de Londres a Constantinopla en 1934 quedó inacabada. Por ello quise leerlo en su versión original, publicada por New York Review Books, aún sabiendo que perdería parte de su sentido y su belleza. Ha merecido la pena dedicarle unas horas a este volumen de menos de 100 páginas.
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El libro se compone de tres partes mas un breve epílogo. En ellos narra sus impresiones y sensaciones tras pasar una temporada en un monasterio benedictino y en otro cisterciense, ambos en Francia. La tercera parte cuenta la visita a las ruinas de un antiguo monasterio troglodita en Capadocia en Turquía.
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Fermor, que es agnóstico pero conoce y valora al Cristianismo y todo lo bueno que ha hecho por la cultura y la dignidad del hombre, sufre en su primera estancia una transformación profunda que le hace plantearse cuestiones muy profundas ante las condiciones de vida de los monjes, su permanente alegría y le acerca, aunque no llegue a ser llamado, a una fe que le sorprende, le llama la atención y llega a producirle una sana envidia. Además cultiva y mantiene en estos monasterios franceses la amistad de varios monjes de gran cultura, hecho éste que también le sorprende, y que le hace añorar la vida monacal, la tranquilidad del Scriptorium en que trabaja y la soledad y el silencio que rodea todo confiriendo a todo una plena sensación de Paz.
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