El verano tiene algunas cosas francamente malas como las insolaciones, la vagancia y el duro regreso a la realidad, la playa, los guiris maleducados... Además, otras veces, la molicie, el mal tiempo ocasional, o las buenas acciones para con los más pequeños le obligan a uno a asistir a espectáculos que podrían ser considerados de dudoso gusto o, en el mejor de los casos de pérdida de tiempo. En el caso que nos ocupa, dos películas de factura norteamericana fueron la causa de mis desvelos.
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Ambas películas tienen en común una acción trepidante con efectos especiales cada vez más perfectos y menos creíbles, aunque sabemos que una máquina sea la responsable de casi todo salvo de la imaginación, y de la concurrencia de héroes de variado pelaje y cobertura, ya sea de lycra o de chapa. Pero dentro del espanto el haber visto estas películas me ha servido para reflexionar sobre los que adivino como mensajes subliminales, a veces bien toscos, que supongo que a los yankees les entrarán en vena.
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Transformers 3, es una orgía de destrucción, tiros, del tipo rayo-láser-de-la-muerte, claro, robots insolentes o piadosos (hay uno que hasta reza), política de defensa y aeroespacial de altos vuelos para que al final ganen... ¿adivinan? ... los buenos, claro, con lo que la película pierde casi todo el interés desde que sale el león de la metro. Es muy significativo que los robots buenos de estos que se travisten de vehículo deportivo, casi siempre un Chevrolet, maten y destruyan a los robots malos, que también se transformaban en coches, pero siempre son Mercedes o Porsche -sutil, ¿eh?-. Además había publicidad evidente de dos marcas de productos informáticos, la americana Cisco y la china Lenovo. Dejando a un lado esta defensa de la industria automovilística e informática americana, en la escena final el robot bueno triunfante y con un fondo de bandera de barras y estrellas, desgarrada pero en pie, dice algo como "aunque nuestros aliados nos traicionen nosotros solitos podemos dominar el mundo y bla, bla.
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Capitán América ha servido para resucitar a un viejo superhéroe americano, de 1941, y tras derrotar a los más malos de los malos, sufre un accidente y "regresa" en la actualidad para que tras 70 años los norteamericanos recuerden lo que fueron capaces de hacer cuando les achuchaban en Europa y en el Pacífico y los sacrificios que hicieron en Okinawa o Normandía por poner sólo dos ejemplos. Holliwood sabe que los EEUU necesitan renacer sobre aquello que fueron para que los niñatos dejen de acribillar a balazos a sus "compis" de clase en Ohio y piensen cómo levantar el país con el tesón y el esfuerzo de los yankees de hace más de medio siglo. En definitiva es todo un alegato contra la crisis económica y la deuda acuciante de las finanzas de los EEUU, pero también contra la crisis moral que sufren y expanden por todo el mundo. A pesar del intento sigo prefiriendo al "Capitán Fanegas".
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Ambas películas tienen en común una acción trepidante con efectos especiales cada vez más perfectos y menos creíbles, aunque sabemos que una máquina sea la responsable de casi todo salvo de la imaginación, y de la concurrencia de héroes de variado pelaje y cobertura, ya sea de lycra o de chapa. Pero dentro del espanto el haber visto estas películas me ha servido para reflexionar sobre los que adivino como mensajes subliminales, a veces bien toscos, que supongo que a los yankees les entrarán en vena.
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Transformers 3, es una orgía de destrucción, tiros, del tipo rayo-láser-de-la-muerte, claro, robots insolentes o piadosos (hay uno que hasta reza), política de defensa y aeroespacial de altos vuelos para que al final ganen... ¿adivinan? ... los buenos, claro, con lo que la película pierde casi todo el interés desde que sale el león de la metro. Es muy significativo que los robots buenos de estos que se travisten de vehículo deportivo, casi siempre un Chevrolet, maten y destruyan a los robots malos, que también se transformaban en coches, pero siempre son Mercedes o Porsche -sutil, ¿eh?-. Además había publicidad evidente de dos marcas de productos informáticos, la americana Cisco y la china Lenovo. Dejando a un lado esta defensa de la industria automovilística e informática americana, en la escena final el robot bueno triunfante y con un fondo de bandera de barras y estrellas, desgarrada pero en pie, dice algo como "aunque nuestros aliados nos traicionen nosotros solitos podemos dominar el mundo y bla, bla.
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Capitán América ha servido para resucitar a un viejo superhéroe americano, de 1941, y tras derrotar a los más malos de los malos, sufre un accidente y "regresa" en la actualidad para que tras 70 años los norteamericanos recuerden lo que fueron capaces de hacer cuando les achuchaban en Europa y en el Pacífico y los sacrificios que hicieron en Okinawa o Normandía por poner sólo dos ejemplos. Holliwood sabe que los EEUU necesitan renacer sobre aquello que fueron para que los niñatos dejen de acribillar a balazos a sus "compis" de clase en Ohio y piensen cómo levantar el país con el tesón y el esfuerzo de los yankees de hace más de medio siglo. En definitiva es todo un alegato contra la crisis económica y la deuda acuciante de las finanzas de los EEUU, pero también contra la crisis moral que sufren y expanden por todo el mundo. A pesar del intento sigo prefiriendo al "Capitán Fanegas".
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