Hace ya dos meses que Occidente, incluyendo a una entusiasta España, bombardea Libia para, teóricamente, proteger a los civiles y, también teóricamente, de forma neutral de acuerdo a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. Estamos, una vez más, ante una gran impostura, la mentira de que los derechos humanos son lo importante o que no van a apoyar a los rebeldes de Bengasi a quienes nadie conoce aún frente a Gadafi, ese terrorista y cruel dictador que paseaba su haima por Madrid, Paris o Londres sin miedo hace apenas unos meses y que es ahora merecedor de las más insidiosas declaraciones y de la tormenta de fuego sobre la mitad de su pueblo.
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La pena es que nadie nos va a explicar ahora porqué la OTAN no va a bombardear Siria. Nadie nos dirá porqué los derechos humanos de los libios nos cuestan millones de euros al día y los de los sirios están de rebajas y nadie, repito, nadie va a mover un dedo para echar a Bashar El Assad de Damasco. Nadie nos va a decir que el régimen del Damasco ha patrocinado el terrorismo palestino y el de Hezbollah en Líbano y que que además lo sigue haciendo. Nadie nos dirá que el clan de los Assad masacraron en 1982 la cuidad de Hama dejando más de 10.000 cadáveres en sus calles. Nadie nos dirá tampoco que a Occidente no le interesa organizar una guerra en las fronteras de un inestable Líbano, de un preocupado Israel y de un miembro de la OTAN como es Turquía. Por eso, y quizás también porque Siria no tiene petróleo, el clan Assad seguirá con su camapaña de aniquilamiento de la oposición. Nadie nos dirá porqué con respecto a Siria, ni la OTAN, ni la ONU, ni la UE pasarán de unas lacrimógenas y encendidas declaraciones tan vacías que da verguenza oirlas.
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Pero como la realidad es trágica y además, terca. Hoy en Marruecos hemos tenido los occidentales un frio baño de realismo. Más de diez ataudes volverán a la Europa codiciosa y absurda desde un humeante Marrakech, meca del turismo en el vecino reino alauita.
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Hoy Occidente volverá a recordar que quizás Gadafi no era tan malo, o al menos no más que otros, incluido el Sultán hoy agredido en su casa. Hoy recordaremos que los esfuerzos hechos en Libia podrían haberse hecho también en Siria... y en Arabia Saudí, y en Yemen, y en Bahrein...
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Y como la realidad es trágica recordaremos que cuando se trata con el mundo árabe, hoy en día, no se puede estar en contra de los islamistas y además destruir los bastiones que contenían la ola de radicalismo yihadí. Tampoco se puede luchar por los derechos humanos y hacer la vista gorda en más de la mitad de las naciones-satrapía que se cuentan como aliados nuestros y nos venden su petróleo a buen precio.
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Mientras al sur del mediterráneo se muere, aquí, en el Palacio de Santa Cruz, sin ir más lejos, políticos indocumentados y mal asesorados pensando en su cortísimo horizonte electoral o en las vacías arcas estatales en crisis manejan y manipulan nuestro conocimiento y abaten nuestras conciencias. No aprenderemos nunca ya que les mata la codicia y nuestros hijos lo pagarán caro. Muy caro.
La pena es que nadie nos va a explicar ahora porqué la OTAN no va a bombardear Siria. Nadie nos dirá porqué los derechos humanos de los libios nos cuestan millones de euros al día y los de los sirios están de rebajas y nadie, repito, nadie va a mover un dedo para echar a Bashar El Assad de Damasco. Nadie nos va a decir que el régimen del Damasco ha patrocinado el terrorismo palestino y el de Hezbollah en Líbano y que que además lo sigue haciendo. Nadie nos dirá que el clan de los Assad masacraron en 1982 la cuidad de Hama dejando más de 10.000 cadáveres en sus calles. Nadie nos dirá tampoco que a Occidente no le interesa organizar una guerra en las fronteras de un inestable Líbano, de un preocupado Israel y de un miembro de la OTAN como es Turquía. Por eso, y quizás también porque Siria no tiene petróleo, el clan Assad seguirá con su camapaña de aniquilamiento de la oposición. Nadie nos dirá porqué con respecto a Siria, ni la OTAN, ni la ONU, ni la UE pasarán de unas lacrimógenas y encendidas declaraciones tan vacías que da verguenza oirlas.
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Pero como la realidad es trágica y además, terca. Hoy en Marruecos hemos tenido los occidentales un frio baño de realismo. Más de diez ataudes volverán a la Europa codiciosa y absurda desde un humeante Marrakech, meca del turismo en el vecino reino alauita.
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Hoy Occidente volverá a recordar que quizás Gadafi no era tan malo, o al menos no más que otros, incluido el Sultán hoy agredido en su casa. Hoy recordaremos que los esfuerzos hechos en Libia podrían haberse hecho también en Siria... y en Arabia Saudí, y en Yemen, y en Bahrein...
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Y como la realidad es trágica recordaremos que cuando se trata con el mundo árabe, hoy en día, no se puede estar en contra de los islamistas y además destruir los bastiones que contenían la ola de radicalismo yihadí. Tampoco se puede luchar por los derechos humanos y hacer la vista gorda en más de la mitad de las naciones-satrapía que se cuentan como aliados nuestros y nos venden su petróleo a buen precio.
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Mientras al sur del mediterráneo se muere, aquí, en el Palacio de Santa Cruz, sin ir más lejos, políticos indocumentados y mal asesorados pensando en su cortísimo horizonte electoral o en las vacías arcas estatales en crisis manejan y manipulan nuestro conocimiento y abaten nuestras conciencias. No aprenderemos nunca ya que les mata la codicia y nuestros hijos lo pagarán caro. Muy caro.
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