Manolo Hugué fue un escultor un escultor catalán nacido en Barcelona en 1872 y fallecido en 1945 en Caldas de Montbui. Vivió una infancia llena de extrañas vicisitudes en ambientes sórdidos, alejado de un padre militar, al que no conoció y de una madre que le cuidó con esmero y cariño pero de forma claramente improcedente dados los resultados y el estado de asilvestramiento en que vivió.
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Las peripecias de su adolescencia y juventud le llevaron, buscando saciar su hambre, a París y a otros lugares de Francia, como Honfleur, donde conoció a los artistas vanguardistas de la época comenzando una larga amistad con Picasso o con Juan Gris, entre los españoles y con Jean Moréas, su protector, mecenas e ídolo artístico entre muchos franceses que le encaminaron hacia el mundo de la creación artística y hacia la lectura de los clásicos.
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Allí descubrió sus aptitudes para la pintura y la escultura e incluso para la poesía, y se labró un futuro en el que nunca renunció ni a sus orígenes ni a sus "maneras" de cultivarse de las que se sintió siempre orgulloso, sin duda, con razón.
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Josep Pla lo conoció en París y le entrevistó, años después, en 1928 cuando se había ya establecido en Cèret, en el Rosellón, al sur de Francia y era ya una figura de la escultura a ambos lados de los Pirineos.
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Este libro, Vida de Manolo, editado por Libros del Asteroide, es, a decir de muchos, incluido el propio Pla, su mejor libro. Fue escrito tras varias jornadas, de charla, para nada una entrevista formal, en la que se desgranaban acontecimientos banales, opiniones artísticas, peripecias vitales y todo un repertorio de hechos trágicos y cómicos que configuraron la vida de Manolo y a partir de la cual va dando sus opiniones sobre casi todo con una franqueza y heterodoxia poco común fruto de un aprendizaje adquirido, digamos, sin cursilería alguna, en la escuela de la vida.
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En definitiva, una delicia literaria, en mi opinión inferior a Viaje en autobús, pero que hace pensar, reír y aprender disfrutando del que fue, quizás, el mejor escritor español del siglo XX.
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Las peripecias de su adolescencia y juventud le llevaron, buscando saciar su hambre, a París y a otros lugares de Francia, como Honfleur, donde conoció a los artistas vanguardistas de la época comenzando una larga amistad con Picasso o con Juan Gris, entre los españoles y con Jean Moréas, su protector, mecenas e ídolo artístico entre muchos franceses que le encaminaron hacia el mundo de la creación artística y hacia la lectura de los clásicos.
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Allí descubrió sus aptitudes para la pintura y la escultura e incluso para la poesía, y se labró un futuro en el que nunca renunció ni a sus orígenes ni a sus "maneras" de cultivarse de las que se sintió siempre orgulloso, sin duda, con razón.
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Josep Pla lo conoció en París y le entrevistó, años después, en 1928 cuando se había ya establecido en Cèret, en el Rosellón, al sur de Francia y era ya una figura de la escultura a ambos lados de los Pirineos.
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Este libro, Vida de Manolo, editado por Libros del Asteroide, es, a decir de muchos, incluido el propio Pla, su mejor libro. Fue escrito tras varias jornadas, de charla, para nada una entrevista formal, en la que se desgranaban acontecimientos banales, opiniones artísticas, peripecias vitales y todo un repertorio de hechos trágicos y cómicos que configuraron la vida de Manolo y a partir de la cual va dando sus opiniones sobre casi todo con una franqueza y heterodoxia poco común fruto de un aprendizaje adquirido, digamos, sin cursilería alguna, en la escuela de la vida.
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En definitiva, una delicia literaria, en mi opinión inferior a Viaje en autobús, pero que hace pensar, reír y aprender disfrutando del que fue, quizás, el mejor escritor español del siglo XX.
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