martes, 30 de abril de 2013

Banalidad de la vida privada

Leía ayer una entrevista a Valentí Puig que publicaba la muy recomendable revista digital Suma Cultural a propósito de su último libro "Los años irresponsables", que aparecerá por estas almenas a su debido tiempo. Durante la lectura fui consciente del porqué de parte de mi "desasosiego social", si me permiten la expresión, de últimos meses, quizás años, a propósito de la forma de ver la vida por las nuevas y no tan nuevas generaciones.
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En esa entrevista decía el escritor mallorquín que "la telebasura, la corrupción política y financiera, la destrucción de la vida privada son causa y efecto de una irresponsabilidad relativista, funcional". Y el concepto de "destrucción de la vida privada" me dio paso a una reflexión, incompleta que comparto con ustedes.
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En otro lugar apuntaba, y a propósito de la ejemplaridad  decía que "(...) ya que no distinguimos entre Bach y el tam-tam, entre la pintura de Velázquez y un grafiti, entre Demóstenes y Belén Esteban. (...) ¿Cómo se fundamenta una cultura, (...) sin autoridad intelectual? La banalización es radical". Aquí nuevamente saltó otra idea a mi pensamiento, la de la "banalización intelectual".
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Y así es. Esto me ha llevado a unir ambas ideas, la "banalización intelectual" y la "destrucción de la vida privada". Reflexionando sobre ellas y acerca de una gran cantidad de hechos, para mi incomprensibles, que configuran la vida llamada moderna, y que se encuentran en la cotidianeidad de los españoles, y a mi alrededor en mi hogar, sobre todo de las últimas hornadas.
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Creo haber localizado el lugar común al desapego a la propia dignidad intelectual que hace que se alcancen altas cotas de banalidad en las vidas privadas que cada vez lo son menos. Menos vidas y menos privadas. La clave, o al menos un síntoma, del porqué de los fracasos morales, escolares e intelectuales de nuestros jóvenes está aquí. La absoluta indiferencia ante las artes y la cultura de millones de adolescentes y jóvenes españoles. El rechazo a la lectura frente a la imagen, la preferencia por el instante frente a lo eterno, la búsqueda de la sensación electrizante de un segundo frente a la seguridad de los Amores Eternos...
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Los jóvenes tienen a su libre disposición herramientas para creer que viven, para creer que leen, para creerse amados, para sentirse seguros ante una fría pantalla. Estamos en los tiempos del desnudamiento de cuanto eres y su puesta en almoneda a través de redes sociales, y calamidades similares; del tiempo perdido en escudriñar vidas ajenas; de recibir textos cortos y ridículos con mensajes sin alma; son tiempos para la pública exposición de pensamientos fugaces, muchas veces irrelevantes, cuando no fecales; de la voluntaria pérdida de la intimidad o la permanente conexión con amigos y enemigos, todo ello a la vez y a través de un aparato que llevamos en el bolsillo y que ha privado al 99,9% de los españoles de la capacidad de sentir aquello que decíamos antes de "Don Fulano, ha salido"... Ahora Don Fulano ya no puede salir, ya que esté donde esté es acosado y perseguido, por propia voluntad, por los acreedores de su tiempo, y desde ese mismo lugar lee con ovina delectación los comentarios producidos por mentes rudimentarias a la vez que los del Santo Padre, por poner un ejemplo twitero, dándoles además el mismo valor.
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El camino hacia el fracaso está asfaltado y por él circulan millones de seres banales sin vida privada. Esto lo dice un hombre libre que los ve pasar desde la cuneta y que en sus bolsillos lleva sólo sus frías manos.

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