Hace no mucho tiempo, antes de las últimas elecciones escribí un breve articulo que dejaba ver el momento complicado en que estábamos. Era el 27 de abril y nada hacía presagiar que la situación pudiera ser incluso peor que entonces. Pero sí, era posible. A efectos aritméticos poco o nada ha cambiado, pero las posibilidades de acuerdo pasa por un pacto de valientes o por la venta de España a sus enemigos interiores.
La izquierda ha perdido poder, 7 diputados menos, con la aparición testimonial de Errejón que ha tenido la virtud de fragmentar el voto de la extrema izquierda.
El centro derecha ha aumentado, con un tímido avance del PP, el hundimiento merecido de Ciudadanos y el despegue de Voz, que se coloca como tercera fuerza política. Obtienen en su conjunto 3 escaños más.
La nota más preocupante de estos resultados es el ascenso en escaños, que no en votos, de los nacionalistas, que suman 37 escaños entre los diferentes formaciones catalanas, vascas y la testimonial gallega del resucitado BNG. En total, obtiene 4 escaños más.
Es decir, los que fueron incapaces de ponerse de acuerdo en abril, han perdido fuerza, y ahora el PSOE, que sigue siendo el partido más votado, tendrá la tentación de hacerlo con los independentistas vascos y catalanes, dado que les pesa más el partido (supuestamente progresista) que la estabilidad política y social de España.
El horizonte se presenta más sombrío que nunca y los líderes que tenemos en España, casi sin excepción, han dado sobradas muestras de ser incapaces de dialogar, de mantener la palabra dada a los votantes o de tener la altura de miras de ceder ante el bien común. Estamos en la boca del infierno.
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