“Relatos de un peregrino ruso” o simplemente “El peregrino ruso”, es uno de los grandes textos espirituales de la humanidad. Si bien tienen su origen en el cristianismo ortodoxo ruso, es aceptado por el resto de confesiones cristianas, especialmente la católica. Este librito compuesto de cuatro relatos está escrito en un lenguaje sencillo, familiar y cálido. Ediciones posteriores le han unido otros tres relatos, que fueron descubiertos en 1911, pero sobre los que no hay acuerdo acerca de si el autor es el mismo que el de los cuatro originales pero hay indicios que señalan que es un añadido posterior, de otro autor que nada tenía que ver con el inicial. La edición que he leído es de la editorial Monte Carmelo que tiene algo menos de 200 páginas y sólo contiene los cuatro relatos iniciales, además de una interesante introducción.
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Narra de forma autobiográfica la peregrinación a través de Rusia de un hombre joven, tullido y verdaderamente humilde, cuya identidad ha quedado en el anonimato, que busca la forma de estar en oración permanente, de forma que su viaje no es sólo geográfico, sino también espiritual. Para ello se vale de la conversación con otras personas con las que se va encontrando y de los dos libros que le acompañan siempre, la Biblia y la Filocalía, un compendio de oraciones de padres de la Iglesia ortodoxa rusa y anteriores.
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Este clásico del pensamiento cristiano se lee con gran agrado, deja un poso de paz enorme y unas ganas de profundizar en los misterios de la oración y de hacerse con un ejemplar de la Filocalía.
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