Llegué con la noche a un San Fernando donde había estado hacía muchos años y del que poco recordaba. La Isla de León, que así se llama la zona y daba nombre a la ciudad "Villa de la Real Isla de León", está y recibe su buena influencia de la capital provincial, de esta Cádiz hermosa y doliente, jaranera y esclava de sus administradores que mira de reojo al mar buscando la salida a su dramática situación. San Fernando sigue estando al lado del mar, cerrando la bahía de Cádiz, quizás uno de los lugares más hermosos de España.
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En la Isla de León se celebró en 2010, el 200 aniversario de aquellas Cortes que, durante el asedio francés, daban fe de la soberanía nacional. La conmemoración usó un el bello lema: "Cuando España era una isla". El año que viene le toca a la primera Constitución, la Pepa, que aquí también fue alumbrada.
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Pero San Fernando, por cuyas calles siguen paseando marineros e infantes de marina, pendencieros y heroicos como siempre, pierde fuelle, aparece colapsado, como en derribo. Apenas algunos edificios, casi todos públicos, mantienen la dignidad arquitectónica que tuvieron, y algunos ya no recuerdan cuándo fueron encalados por última vez. La gente, alegre y confiada, pasea por sus calles y se reúne en los cafés.
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Una asombrosa obra inútil, un tranvía que quizás nunca vaya a funcionar, deja sus raíles vírgenes sobre un pavimento como muestra de la mala gestión municipal. Mala y criminal, ya que no sólo es caro sino que el dinero mal usado es de todos.
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Llama la atención la cantidad de estatuas, monumentos y placas conmemorativas, casi todas nuevas, que adornan sus plazuelas. La más famosa, quizás, la de una de las glorias locales, "Camarón de la Isla", gitano, drogadicto, seguro que "buenahente" y uno de los cantaores de más garra y mejor voz del siglo XX. Un cañaílla de pura cepa.
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Y a la hora de comer -que en Cádiz adquiere el rango de rito-, en noviembre y bajo un sol de justicia me pasé por la Venta de Vargas, donde en 1959 Manolo Caracol descubrió cantando a un niño ocho años, Camarón, y donde en los años 30 se "inventaron" las tortillitas de camarones. Allí junto con un Barbadillo fresquito di cuenta de unos lenguados de estero a la Menier. Estos pescados, criados en la cautividad de las salinas proporcionan a su carne un sabor especial, delicioso y que sólo se puede degustar a orillas de la Bahía de Cádiz, donde España, recuerden, fue una isla y hoy se desangra bajo el sol a causa del desempleo y la mala gestión.
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En la Isla de León se celebró en 2010, el 200 aniversario de aquellas Cortes que, durante el asedio francés, daban fe de la soberanía nacional. La conmemoración usó un el bello lema: "Cuando España era una isla". El año que viene le toca a la primera Constitución, la Pepa, que aquí también fue alumbrada.
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Pero San Fernando, por cuyas calles siguen paseando marineros e infantes de marina, pendencieros y heroicos como siempre, pierde fuelle, aparece colapsado, como en derribo. Apenas algunos edificios, casi todos públicos, mantienen la dignidad arquitectónica que tuvieron, y algunos ya no recuerdan cuándo fueron encalados por última vez. La gente, alegre y confiada, pasea por sus calles y se reúne en los cafés.
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Una asombrosa obra inútil, un tranvía que quizás nunca vaya a funcionar, deja sus raíles vírgenes sobre un pavimento como muestra de la mala gestión municipal. Mala y criminal, ya que no sólo es caro sino que el dinero mal usado es de todos.
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Llama la atención la cantidad de estatuas, monumentos y placas conmemorativas, casi todas nuevas, que adornan sus plazuelas. La más famosa, quizás, la de una de las glorias locales, "Camarón de la Isla", gitano, drogadicto, seguro que "buenahente" y uno de los cantaores de más garra y mejor voz del siglo XX. Un cañaílla de pura cepa.
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Y a la hora de comer -que en Cádiz adquiere el rango de rito-, en noviembre y bajo un sol de justicia me pasé por la Venta de Vargas, donde en 1959 Manolo Caracol descubrió cantando a un niño ocho años, Camarón, y donde en los años 30 se "inventaron" las tortillitas de camarones. Allí junto con un Barbadillo fresquito di cuenta de unos lenguados de estero a la Menier. Estos pescados, criados en la cautividad de las salinas proporcionan a su carne un sabor especial, delicioso y que sólo se puede degustar a orillas de la Bahía de Cádiz, donde España, recuerden, fue una isla y hoy se desangra bajo el sol a causa del desempleo y la mala gestión.
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