Después de leer los primeros libros de Ernst Jünger y de descubrir a uno de los más lúcidos ensayistas europeos del siglo XX, recibí de un visitante de este baluarte la recomendación de leer el que, en su opinión es el mejor libro de Jünger, La emboscadura. Eso hice.
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Es un libro breve pero intenso, de densidad intelectual pero no por ello complicado o críptico, por el contrario es directo, a veces, supongo, hiriente para quien se pueda ver reflejado en sus lineas, como parte de la masa. Pero mejor es que sea el propio Jünger quien resuma su libro en el breve "sumario" (sic) que aparece al final del libro. Es este:
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Las preguntas que se nos hacen van simplificándose y exacerbándose. Llevan a disyuntivas, como lo muestran las elecciones. La libertad de «decir no» es restringida sistemáticamente. Está destinada a dejar patente la superioridad de quien hace las preguntas y se ha convertido en un riesgo que se asume en un sitio tácticamente equivocado. Lo dicho no pretende ser una objeción contra su significado moral.
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La emboscadura representa una nueva respuesta de la libertad. Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. Nuestro tiempo es pobre en grandes hombres, pero produce figuras. La amenaza configura pequeñas minorías selectas. Junto a las figuras del Trabajador y del Soldado Desconocido aparece una tercera figura, el Emboscado. El miedo puede ser vencido por la persona singular si ésta adquiere conocimiento de su poder. La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe, es independiente de las fachadas político-técnicas y de sus agrupaciones. La emboscadura no contradice a la evolución, sino que introduce libertad en ella mediante la decisión de la persona singular. En la emboscadura la persona singular se confronta consigo misma en su sustancia individual e indestructible. Esa confrontación expulsa el miedo a la muerte. Aquí las Iglesias no pueden dar más que asistencia, pues, en su decisión, la persona singular está solitaria, y el teólogo puede, ciertamente, hacerla cobrar consciencia de su situación, mas no sacarla de ella.
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El emboscado atraviesa por su propia fuerza el meridiano cero. En las esferas de la medicina, del derecho y del empleo de las armas la decisión soberana corresponde al emboscado, quien tampoco en la moral actúa de acuerdo con doctrinas. y se reserva la aceptación de las leyes. El emboscado no participa en el culto del crimen. El decide la naturaleza de su propiedad y el modo de afirmarla. Es consciente de la inatacable profundidad. desde la que también la Palabra otorga una y otra vez plenitud al mundo. En eso está el cometido del «Aquí y ahora».
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Es un libro breve pero intenso, de densidad intelectual pero no por ello complicado o críptico, por el contrario es directo, a veces, supongo, hiriente para quien se pueda ver reflejado en sus lineas, como parte de la masa. Pero mejor es que sea el propio Jünger quien resuma su libro en el breve "sumario" (sic) que aparece al final del libro. Es este:
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Las preguntas que se nos hacen van simplificándose y exacerbándose. Llevan a disyuntivas, como lo muestran las elecciones. La libertad de «decir no» es restringida sistemáticamente. Está destinada a dejar patente la superioridad de quien hace las preguntas y se ha convertido en un riesgo que se asume en un sitio tácticamente equivocado. Lo dicho no pretende ser una objeción contra su significado moral.
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La emboscadura representa una nueva respuesta de la libertad. Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. Nuestro tiempo es pobre en grandes hombres, pero produce figuras. La amenaza configura pequeñas minorías selectas. Junto a las figuras del Trabajador y del Soldado Desconocido aparece una tercera figura, el Emboscado. El miedo puede ser vencido por la persona singular si ésta adquiere conocimiento de su poder. La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe, es independiente de las fachadas político-técnicas y de sus agrupaciones. La emboscadura no contradice a la evolución, sino que introduce libertad en ella mediante la decisión de la persona singular. En la emboscadura la persona singular se confronta consigo misma en su sustancia individual e indestructible. Esa confrontación expulsa el miedo a la muerte. Aquí las Iglesias no pueden dar más que asistencia, pues, en su decisión, la persona singular está solitaria, y el teólogo puede, ciertamente, hacerla cobrar consciencia de su situación, mas no sacarla de ella.
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El emboscado atraviesa por su propia fuerza el meridiano cero. En las esferas de la medicina, del derecho y del empleo de las armas la decisión soberana corresponde al emboscado, quien tampoco en la moral actúa de acuerdo con doctrinas. y se reserva la aceptación de las leyes. El emboscado no participa en el culto del crimen. El decide la naturaleza de su propiedad y el modo de afirmarla. Es consciente de la inatacable profundidad. desde la que también la Palabra otorga una y otra vez plenitud al mundo. En eso está el cometido del «Aquí y ahora».
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