Estamos ante un caso de censura. Censura en la democrática España del siglo XXI. Este libro reeditado en 2008 por Encuentro, fue publicado anteriormente en 1996 por la Universidad de Sevilla. A los pocos días de su publicación, una campaña de críticas artificiales, infundadas y ridículas cayeron sobre su autor, Aquilino Duque. Algunos artículos de los diarios, que como el ABC, se suponen más cercanos a la moral social, que no ideología, del autor fueron furibundos. El País habló directamente de "elogio del fascismo".
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La incorrección política, cuando está basada en una permanente convicción en "lo que ha de hacerse" es imperdonable para un "sistema" que marca, con milimétrico detalle, las líneas rojas que jamás se deben traspasar so pena de ser expulsado del mundo editorial y ser sometido a un particular juego del pin-pan-pun.
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Pero Aquilino Duque, que ya dejó su frescura en este baluarte, es impermeable a estos juegos de corrección y publicó Crónicas extravagantes sin un gesto de desagravio ni desdén. Con la elegancia del que se sabe en la verdad a pesar de los bramidos laterales. Y acaba diciendo, sobre lo divino y lo humano, recordando sus viajes, sus lecturas y amistades, lo que le da la real gana y además lo hace con gracia y con su privilegiada pluma. Todo ello imperdonable para los enemigos de la verdadera Libertad, que nos venden la réplica tramposa concebida a su estilo, en míseros saldos.
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Felizmente personas como Duque abren una ventana que hace que se ventile el marasmo cultural español haciéndonos disfrutar de estas crónicas cosmopolitas, además de extravagantes.
La incorrección política, cuando está basada en una permanente convicción en "lo que ha de hacerse" es imperdonable para un "sistema" que marca, con milimétrico detalle, las líneas rojas que jamás se deben traspasar so pena de ser expulsado del mundo editorial y ser sometido a un particular juego del pin-pan-pun.
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Pero Aquilino Duque, que ya dejó su frescura en este baluarte, es impermeable a estos juegos de corrección y publicó Crónicas extravagantes sin un gesto de desagravio ni desdén. Con la elegancia del que se sabe en la verdad a pesar de los bramidos laterales. Y acaba diciendo, sobre lo divino y lo humano, recordando sus viajes, sus lecturas y amistades, lo que le da la real gana y además lo hace con gracia y con su privilegiada pluma. Todo ello imperdonable para los enemigos de la verdadera Libertad, que nos venden la réplica tramposa concebida a su estilo, en míseros saldos.
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Felizmente personas como Duque abren una ventana que hace que se ventile el marasmo cultural español haciéndonos disfrutar de estas crónicas cosmopolitas, además de extravagantes.
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