sábado, 23 de mayo de 2009

Una Moleskine en mi despacho y en mi bolsillo

Les voy a parecer un snob, lo sé. Incluso un engreído pero asumo el riesgo. Por ello tampoco me he reprimido al hacer la foto que ven ahí abajo donde aparecen varios elementos, símbolos reveladores de mi pequeño universo. En medio, de un bermellón brillante, aparece un elemento nuevo.
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Desde hace tiempo, conozco, aunque no sea personalmente, a varias personas a las que admiro por lo que hacen, por lo que son, por lo que escriben, y a una pequeña minoría por todo a la vez. Muchas de ellas emplean frecuentemente una Moleskine. La Moleskine es una libreta de pastas duras hecha a mano con papel de alta calidad que se cierra con una goma elástica. Hay varios modelos pensados para diversas utilidades, pero se ha usado tradicionalmente, desde hace bastante más de un siglo, para tomar notas, apuntes y poner, negro sobre blanco, ideas brillantes que surgen en cualquier momento, pero sobre todo durante viajes o cuando se está fuera de casa o del trabajo.
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No soy tan iluso como para pensar que el mero hecho de ser propietario de una de estas legendarias libretas francesas, y ahora italianas, me va a equiparar con mis admirados usuarios de esta libreta rígida y tradicionalmente negra.
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Para salvar las distancias la he comprado roja y además en un tamaño pequeño de forma que la pueda llevar siempre encima, en un bolsillo. Reconozco que tengo pocos momentos de lucidez dignos de apuntarse en una Moleskine, herramienta de trabajo que fue de Hemingway, Picasso o Van Gogh. Pero cuando algo me parece que merece ser apuntado no tengo medio de hacerlo y la idea como viene, se va. La Moleskine, me ayudará a recordar lo que ya voy olvidando y me obligará, además, a mejorar mi caligrafía.
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Los viajes o el conocer a personas interesantes son siempre, junto con la lectura, potenciales momentos de inspiración que propician el nacimiento de esas ideas que merecen plasmarse por escrito. Casi siempre serán matices de viejas ideas que vagaban ajenas a mi ignorancia, nada realmente propio. Como con la lectura siempre le queda a uno la duda amarga del plagio, son los viajes los momentos en los que, en mi opinión, se debe sacar mayor rendimiento a esta libreta.
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Dentro de dos días parto hacia Paris y la visita del Musée d´Orsay será motivo de mil cavilaciones, quizás inspiración, ante la obra de los impresionistas franceses. La semana siguiente, será Atenas. Allí empezó todo, así que las ideas primigenias y fundadoras deberían hacer acto de presencia... Allí, junto a la transpiración, espero también algo de inspiración. Sea como fuere me llevaré mi pequeña Moleskine roja y ya les contaré lo que pasó.

2 comentarios:

charneguet dijo...

Amenos tus escritos, tan sosegados como juiciosos. Me gusta tu estilo, Abú...También comparto tu opinión sobre los saharauis.
Saludos desde España.

Abu Saif al-Andalusi dijo...

Muchas gracias charneguet. Aquí tienes tu casa.