Del escritor, naturalista y ornitólogo José Antonio Martínez Climent se podrían decir muchas cosas, como por ejemplo su endiablada capacidad para escribir mucho y bien, saltando de un género a otro, ganando premios literarios, preocupado con el medio ambiente, ahora en manos de los apóstoles de la nada, y saltando entre la costa levantina y la plana Castilla pucelana. También que mantiene un blog que te pone en el disparadero o que pasó ya por aquí con motivo de su Vida y embajadas de Girolamo Farnese, veneciano. Pero yo prefiero decir simplemente que es mi amigo.
Lo cierto es que mi amigo escribió, junto con D. Ricardo M. González-Haba, un librito fabuloso que lleva por título Diccionario de insultos. Extraídos y trasvasados de las obras de D. Francisco de Quevedo. El título, que parece auto explicativo, encierra el ingenio del escritor y espadachín del Siglo de Oro trufado con el no menor de los glosadores, que han escrito las definiciones hilarantes, serenas, sesudas y siempre muy oportunas. El libro lleva en su portadilla otros dos títulos intercambiables: Breviario de pullas y Vademécum de términos arrojadizos. Editado por Verbum, en un volumen de algo más de 100 páginas, es precedido por un prólogo ingenioso y divertido del Marqués de Tamarón.
Suelo glosar los libros al poco tiempo de leerlos, pero este caso es diferente. Es éste un libro que no deja nunca de leerse y ha de estar siempre en la mesilla de noche junto a la Biblia (para usos alternativos e incompatibles). Por eso, hoy, día que termina este terrible año perdido de 2019, es el escogido para glosarlo. En primer lugar para poner un poco de humor en esta España gris que muere alanceada por traidores taimados. La segunda razón es para poder definir o poner nombre a todas las tropelías que los antedichos traidores van a perpetrar en las próximas semanas.
¡¡Que Quevedo nos coja confesados!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario