A Jorge Bustos es fácil encontrárselo en las páginas de El Mundo, donde mantiene una columna, casi un pilar del nuevo periodismo hispano. Además se le puede leer en otras publicaciones como Jot Down, Nueva Revista o Revista de Libros, entre otras. Para los que gusten de la radio le puede oír en la COPE y en TV en algunas cadenas que desconozco ya que nunca la veo. Como glosa de sus múltiples apariciones se puede visitar su blog, de quijotesco nombre. En este baluarte ya apareció con motivo de su primer libro, La granja humana, del que tanto disfruté.
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El hígado de Prometeo es el segundo libro de Bustos, que quedó finalista en la edición de 2016 del Premio Jovellanos de ensayo. Editado con elegancia por la ovetense Nobel en un volumen de algo menos de 300 páginas y compuesto de cinco partes en las que, a su vez, se arraciman artículos de varia estirpe. Algunos de estos artículos aparecieron ya en las revistas citadas más arriba y tratan de cosas como el periodismo literario, con hornacinas para Camba, Pla, Xammar, Ruano y Fernández Flórez, de quienes el autor se dice deudor y alumno. Además de los señalados una serie de personajes lúcidos, brillantes, inquietantes o simples rarezas antropológicas completan sus galerías de conspiradores y sus radiografías sociales.
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Impera sobre este libro, como una bocanada de aire fresco, la crítica generalizada al postmodernismo, a la vacuidad intelectual y a los cientos de tics estériles que empiezan a ser obligatorios en esta España catatónica e ingobernable.
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Bustos no es ya, a pesar de su juventud (o quizás gracias a ella), uno de los mejores periodistas españoles actuales, en la senda de Camba o Pla. Bustos es, además, una voz libre que escribe y dice lo que le da la gana al margen de las imposturas al uso, de la corrección política de ambos signos o de líneas editoriales más o menos tuneadas.
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Es bueno que Jorge Bustos siga tomándole el pulso a España y vaya recetando estas reconfortantes píldoras de buenas letras y mejores ideas.
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