sábado, 6 de febrero de 2010

240.000 kilómetros. Homenaje a un viejo coche.

Mi viejo Opel, tras 11 años de servicio acaba de completar, en tierras lusitanas, doscientos cuarenta mil kilómetros, como se ve, quizás con dificultad (disculpen la foto) al lado. Se merece por su larga vida de servicio un ripio, que allá va.
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A las féminas que asomen su belleza por las garitas de esta fortaleza abaluartada, ruego me disculpen el verso aparentemente misógino, en el que, como comprenderán, no hay nada de eso, simple exigencia de la rima consonante...

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DOSCIENTOS CUARENTA MIL

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Hoy te echaste al coleto

Rocinante de la rua

doscientos cuarenta mil
kilómetros de paisajes
de sueños y curvas locas
de fríos y de calores
de lluvias del mes de abril.
Te gritamos, te culpamos
y nos quejamos de todo:

del consumo, de las ruedas
de tu calma y del poder
siempre escaso que tenías
escalando por la Canda,
Pajares o el Padornelo
pero al final de tus tripas
ruidosas pero sensatas,
por tu origen alemán, sólo
salieron humos que
del fondo de tu alma
nos llevaron al final
feliz de cada viaje.
Sufriste las digestiones
externas de algunos niños
los efluvios olorosos
de pasajeros ociosos
te golpearon, pitaron
y saliste siempre airoso
de los lances del asfalto
y lo hiciste sin quejarte.
Enfermaste raras veces
de la bobina o palieres
y del susto que te daban
al conducir las mujeres.
Pero tendrás siempre un sitio
en el cielo de los autos
porque has sido, no lo dudes
parte de esta familia
que te quiere y te respeta
a pesar de nuestros cantos.

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