domingo, 31 de julio de 2016

El nuevo Antimaquiavelo de Manuel Fraga Iribarne

Presentar a Manuel Fraga Iribarne parece un ejercicio ociosos pero en estos tiempòs no estará de más recordar que, antes que presidente del PP, cuando todavía era un partido político, o Presidente de la Xunta de Galicia, fue Ministro a ambos lados de la transición, Embajador en Londres y Catedrático de Ciencia Política en Madrid. Antes incluso y coincidiendo con su periodo académico fue director del Instituto de Estudios Políticos, antecedente del actual Centro de estudios Políticos y Constitucionales.
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En esa época, Fraga publicó varios trabajos en la revista del Instituto, bien como artículos en la Revista o bien como monografías del Instituto, como es el caso que nos trae hoy.
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El nuevo Anti-Maquiavelo es un libro de cerca de 130 páginas separadas 21 breves capítulos que desmenuza y actualiza el caso del llamado "antimaquiavelo", corriente de pensamiento europea que nace, como su nombre indica como rechazo al pensamiento del florentino Nicolás de Maquiavelo, autor de "El Príncipe", libro de gran influencia en el pensamiento europeo moderno y actual, cuyo principal problema radica en la separación de la acción política a todo planteamiento moral. De esta forma, la influencia más o menos directas de su pensamiento se perciben en Hobbes, Nietzsche, Freud o Marx y, más modernamente en la corriente económico-política liberal.
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Fraga nos lleva de la mano en un recorrido cronológico, político y filosófico por la Europa de los últimos cinco siglos y las tendencias que han configurado las sociedades y los estados modernos, sus relaciones entre sí y la forma en que las normas morales emanadas del cristianismo fueron paulatinamente arrinconadas hasta llegar a una sociedad en la que todo tiene un precio ya sea en pos de un beneficio económico o en el beneficio del estado o una idea considerada superior.
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Su lectura, de plena actualidad, es un breve y sugerente repaso por la filosofía política europea y un recordatorio de que no todo vale y de que, en definitiva, el fin no siempre justifica los medios.

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