Ha pasado varias veces por aquí el director de cine sueco Ingmar Bergman, con motivo de los anteriores comentarios a cinco de sus películas. Hoy le toca a la que es considerada como su obra maestra, si bien dado su carácter experimental, postmoderno o surrealista, no es en absoluto comercial, y, por tanto no es apta para todos los paladares. Lo cierto es que en 1966 Bergman estrenó esta película que mereció varios premios y nominaciones, como a un BAFTA, y que sirvió para el lucimiento interpretativo de Liv Ullmann y Bibi Andersson, dos de las musas de Bergman.
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Persona, cuenta la relación entre Elisabeth, una célebre actriz de teatro, y Alma, la enfermera encargada de cuidara. Elisabeth es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra" y tras ser sometida a una serie de pruebas que ofrecen un diagnóstico bueno. Pero como sigue sin hablar se la confina en una casa cerca del mar en la que Alma intenta romper su mutismo hablándole sin parar. La relación entre ambas pasa por diversos estadios, que pasan del amor al odio. La película termina sin que haya una situación clara ni un desenlace, digamos, "canónico".
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Se han escrito mucho sobre las diversas interpretaciones de esta película, que siempre quedan en el mundo imaginario y, a veces, atormentado de su director y guionista. Metáfora sobre el cine, sobre la vida y la muerte, sobre la maternidad o sobre el cristianismo, o quizás todas ellas son las principales interpretaciones de esta obra que cuanta una historia inacabada y que juega con las luces y las sombras y con los símbolos, en especial en su turbador comienzo, que deja abierta la clave de esta obra críptica pero verdaderamente hermosa.
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