lunes, 19 de agosto de 2013

Las guerras carlistas de Ramón del Valle Inclán

Mi barbado y admirado paisano, Don Ramón María del Valle Inclán es uno de los más originales y prolíficos escritores de la primera mitad del siglo XX es España, pero su obra tiene anclados los pies en el siglo XIX, en sus acontecimientos y en sus personajes siempre singulares y creíbles. Una parte importante de su obra está inspirada en la tercera guerra carlista sobre la que, entre 1908 y 1909, escribió una trilogía que bajo el título "La guerra carlista", engloba los títulos de tres breves novelas que son Los cruzados de la Causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño.
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Valle se apoya en hechos que conoce, que le son familiares, se basa en hechos conocidos, algunos históricos y otros habituales en las duras circunstancias bélicas de los románticos años de la Tercera Guerra carlista. Sus personajes pueden ser tan reales como el Cura Santa Cruz, líder de una partida carlista guipuzcoana que acabó siendo perseguida por carlistas y liberales. Pero también aparecen otros que nacen en la mente de Valle y que se repiten en varias de sus obras, como es el caso de Cara de Plata, segundón de los Montenegro, una familia hidalga gallega o el Marqués de Bradomín. La acción de estas tres novelas se desarrolla en Galicia, Vasconia y Navarra, sobre todo en los montes de este último Reyno. 
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Las novelas mantienen una cierta continuidad cronológica y existen varios personajes comunes a las tres. Su lectura puede ser independiente sin que se resienta la trama. Las tres historias giran entorno a cuestiones como el contrabando de armas, las acciones de las partidas o su relación con la población civil ante la persecución de las fuerzas liberales, y la naciente lucha entre dos concepciones de la vida diametralmente opuestas, que es lo más interesante de estas novelas y que se convierte en el hilo conductor de toda la trama. Así, por ejemplo, el papel de los mayorazgos y cómo su eliminación sustituye el papel central de los hidalgos rurales en el norte de España por el de los alcaldes y administradores del poder central. Además se destila en cada párrafo las consecuencias de cómo este cambio, aparentemente menor, modifica las estructura sociales y con ellas las morales que trae el liberalismo sin que, en cambio, el bienestar de campesinos y gente de mar y campo mejore lo más mínimo. Esta y no otra era la clave de las guerras carlistas, más allá de pugnas dinásticas, es decir, familiares. En estas novelas se habla de la ruptura de una estructura social estable, libre y descentralizada por otra aherrojada desde lejanos despachos y desprovista del arma moral que daba a todo forma y sentido, ese arma que Fernando VII se llevó al infierno dejando una España desnortada, perdida y dominada por las logias de obediencia extranjera.
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Valle lo cuenta con sutileza magistral y acaba uno sintiendo cierta nostalgia de una raza, ya extinguida, de hombres pobres y honrados que sabían morir por una Causa.

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