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Muñoz Rojas escribió este libro, compendio de breves textos sobre la vida en el campo de su tierra, Antequera, entre 1946 y 1947. Campo que, a buen seguro, sufría privaciones y miseria de una España aislada y convaleciente de una larga y cruel guerra. A pesar de ello el autor es capaz de arrancar cuanta belleza encuentra a su paso y mostrarla al lector con un lenguaje claro, diáfano y plagado de palabras ya en desuso para una sociedad urbanizada en exceso; palabras como jaramago, gayomba, herriza y otras muchas referidas a aperos de labranza o especies vegetales, de sonoridad majestuosa y significado esquivo. Su lectura es una delicia y en opinión de Dámaso Alonso, es "el libro de prosa más bello y emocionado que yo he leído desde que soy hombre", según le dijo en una carta personal al autor.
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Les invitó a leer este párrafo, extraído al azar, para que degusten esta ambrosía literaria: "Inesperadamente, en los alamillos del soto, un pájaro. Silencio. Silencio que se hace grande, sobre el campo. Y Dios está arriba rodando, haciendo su música. Vamos viviendo".
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