Paco Arango no es exactamente un director de cine aunque haya dirigió su primer largometraje 2011, Maktub, un cuento navideño basado en sus experiencias en la Fundación Aladina, que se dedica al cuidado de niños enfermos de cáncer. Este segundo largometraje, estrenado en 2017 y que hoy se presenta incide nuevamente en una historia de superación, de amor y agradecimiento, de superación de las dificultades, todo ello con Dios al fondo y para recaudar fondos, todos los beneficios de la película, para su fundación. Sólo por esto ya merece la pena verla.
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Lo que de verdad importa es nuevamente una fábula. En ella, Alec es un ingeniero mecánico inglés incapaz de poner en orden su vida. Cuando su tienda de reparación de aparatos electrónicos, “El curandero”, está a punto de quebrar plagado de deudas, un familiar que nunca supo que tenía se ofrece a solucionar sus problemas a cambio de que se traslade un año a Canadá, el lugar de origen de sus antepasados. Allí descubrirá que a su alrededor comienzan a suceder las cosas más incomprensibles y el nombre "El curandero" empieza tener un sentido profundo. Enfrentarse a sí mismo, a su pasado, a su vida y, sobre todo, al don que nunca supo que tenía, inspirará a las personas que le rodean a creer en algo más allá de lo que se puede explicar.
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Seamos claros, esta no es una gran película ni por su guión ni por sus actores ni por ninguna cuestión técnica. Lo cual no quiere decir que se vea con cierto agrado y nos sitúe ante preguntas profundas que siempre nos rondan. Si además ayudamos a Paco Arango en su campaña contra el cáncer infantil, ya no cabe duda. Ánimo.
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