Jesús Carrasco no es, o mejor dicho, no era, escritor "profesional". Estudió INEF pero se dedica a la publicidad en la Sevilla que le acoge desde que abandonó su Extremadura natal. Desde hace unos meses, independientemente de qué vaya a hacer no podrá deshacerse del impacto que la publicación de su, por ahora, única novela editada por Seix Barral, que lleva por título Intemperie. Y no podrá zafarse debido a que ha sido un éxito editorial, elegida con todo merecimiento como la mejor novela de 2013 por los libreros de Madrid, y editado ya en 12 países con sus correspondientes traducciones.
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La novela es, a decir de Carrasco, un western ibérico, y no le falta razón ya que recuerda las tramas de "caza del forajido" que tantas veces hemos visto. Pero Intemperie es además un monumento al empleo preciso y exacto del lenguaje con un lirismo nada afectado que resuelve situaciones duras y perfectamente creíbles con maestría.
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Intemperie ofrece la historia de un niño que huye de la maldad y de la injusticia de manera, a veces, desasosegante. Como contrapunto y necesario complemento al ritmo trepidante de la historia, un anciano pastor, hecho de experiencia y soledad, ofrece el testimonio de la justicia y la bondad, nada ñoña, de quien se alimenta a diario de una manoseada Biblia. Es una historia que carece de nombres, localidades y fechas, en la que se siente frío, miedo y hambre y en la que no sobra una sola palabra.
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Parece que algo se mueve en los círculos literarios hispanos que va más allá de los premios y los autores "de siempre" vinculados al poder y a las editoriales. Esperamos ansiosos la segunda novela de Carrasco mientras degustamos lo mucho que Intemperie nos dejó dentro.
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