El genio sueco Ingmar Bergman dirigió en 1953 una película que le supuso su reconocimiento internacional como director en este que fue su 12º largometraje basado en la novela del escritor también sueco Per Anders Fogelström, del mismo título que la película, Un verano con Mónica.
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El argumento trata sobre el enamoramiento de dos jóvenes que viven una "aventura de liberación". Harry tiene 19 años y trabaja en un almacén de vidrio y porcelana en el que no se encuentra a gusto. En un local próximo, un almacén de vegetales, trabaja Mónica también una joven de 17 años alegre y soñadora que está a disgusto en su trabajo y en su casa. Ambos comienzan una relación en un café, se enamoran y deciden dejar sus empleos, en los que son hostigados y abandonan la ciudad, Estocolmo, en la pequeña lancha del padre Harry dirigiéndose al archipiélago, próximo a la isla de Örno, para pasar unas semanas a solas, rompiendo cualquier atadura social o familiar. Pero todo cambia poco a poco hasta presentar su más fea cara.
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Bergman rompió, además, un tabú con esta cinta que presentaba un desnudo de su actriz protagonista, Harriet Andersson, que hacía su primer trabajo con el director sueco con este largometraje que la consagró como una actriz de mérito.
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Rodada en blanco y negro, Un verano con Mónica es de una belleza y una luminosidad fuera de lo común, pero es además una triste reflexión sobre asuntos trascendentes de la vida, la madurez, la responsabilidad, la fidelidad, el amor, el serio planteamiento del futuro, la vacuidad de la vida...
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