lunes, 16 de agosto de 2010

Meditación de la modernidad a orillas del río Gándara

Fue una semana plácida. El Valle de Soba, en Cantabria, nos regaló parte de su silencio y nosotros pusimos momentos de lectura, juegos, paseos, conversaciones interesantes y otras, las mejores, absurdas con menores de cinco años. Aire puro, comida sana, vistas relajantes. El río Gándara con su paso cadencioso lo regaba todo. Todo ello configuró una semana de descanso, seguramente merecido.
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En uno de los largos paseos entré en un pequeño cementerio, en el pueblo de Villar. Allí unos 50 nichos recogían los restos de otros tantos parroquianos. Siempre he sentido interés por los cementerios ya que al fin y al cabo todos acabaremos en uno. El de Villar me sorprendió por el hecho de que, tras una rápida ojeada, comprobé que el más joven de los allí enterrados tenía 67 años al morir, la mayoría andaban entre los 70 y los 90, y unos 15 eran mayores de 90 años, siendo el veterano del grupo un vecino de 97 años.
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Esto me hizo recordar, mientras subía unas empinadas cuestas, que sin salir de mi familia, en los últimos cinco años habían muerto tres varones cuya edad rondaba los 40 años. Todos ellos personas activas, universitarios, trabajadores y padres de familia. Todos ellos urbanitas, usuarios habituales de coche y teléfono móvil.
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Pensé entonces sobre las ventajas de la vida en el campo y en eso que llaman "comodidades" de la vida urbana. Pensé en los esfuerzos de los campesinos de estos valles, en los cuidados de ganado y sembrados sobre las nieves que todo lo cubren o bajo un sol de justicia. Los caminos de difícil tránsito, la escasez de comunicaciones y de entretenimientos. A cambio, se obtiene una larga vida saludable.
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La elección está en nuestras manos y quizás una solución intermedia sea lo ideal, combinando la vida activa y sana de las montañas con algunas de las comodidades de las ciudades donde, por desgracia, debemos trabajar la mayoría de los mortales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

" Les rêveries du promeneur solitaire"...

Abu Saif al-Andalusi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Abu Saif al-Andalusi dijo...

Paseaba, si. E iba solitario, lo que es, a veces, una bendición.
Pero como paseante y como pensante, Juan Jacobo Rousseau, que paseó por paisajes similares, me queda lejos en el tiempo, en el espacio y en la moral.
Gracias anónimo(a) por tu breve, erudito y sugerente comentario.
Abu