Jamás pude pensar que un pescado me iba a entusiasmar más allá de los que se presentan en plato con escueta guarnición y gran aparato de vino blanco. En Lisboa llegué a descubrir que no es así. Soy capaz de sentir emociones ante una obra bien hecha, grande, bien presentada, didáctica, entretenida que enseña a disfrutar de la vida marina, de los peces y de los ecosistemas marinos. Y que además me ha hecho repetir, contra todo pronóstico, la visita varias veces.
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Me refiero al Oceanario de Lisboa, el segundo mayor acuario del mundo. Una gigantesca bañera de tres pisos en la que conviven en aparente paz miles de especies, incluidas 14 tipos de tiburones, a la que puede asomarse gracias a unas grandes ventanas panorámicas.
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Si van a Lisboa, cosa altamente recomendable, no dejen de visitar el Oceanario antes de perderse por sus calles y dejarse embriagar de su magia. Una magia que viene del mar, cuya esencia se visita en el Oceanario.
Me refiero al Oceanario de Lisboa, el segundo mayor acuario del mundo. Una gigantesca bañera de tres pisos en la que conviven en aparente paz miles de especies, incluidas 14 tipos de tiburones, a la que puede asomarse gracias a unas grandes ventanas panorámicas.
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Si van a Lisboa, cosa altamente recomendable, no dejen de visitar el Oceanario antes de perderse por sus calles y dejarse embriagar de su magia. Una magia que viene del mar, cuya esencia se visita en el Oceanario.
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