Un Dios salvaje de Roman Polanski

Roman Polanski nos ha regalado una obra de arte titulada Un dios salvaje.

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Dos matrimonios con notables diferencias en sus trabajos, vidas sociales e intereses se ven unidos por una conversación que gira sobre una pelea entre sus hijos. Sobre esta situación convencional, sencilla y hasta potencialmente anodina, Polanski, con la ayuda de cuatro magníficos actores, ha sido capaz de construir una película breve e incisiva, un crudo retrato, brutal por su franqueza e hilarante por sus diálogos, situaciones y tempos, de la sociedad occidental que finge ser feliz mientras es esclava de sus estúpidas convenciones, lugares comunes y falsas percepciones del bien y del mal, de la moral y de la felicidad.

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La película está ambientada en Nueva York aunque, dado que se rueda en interiores, podría haberse desarrollado en (casi) cualquier otro lugar; de hecho, su guión está basado en la novela Le Dieu du carnage, de la francesa Yasmine Reza, lo que da medida de la universalidad de sus personajes y situaciones dentro de un occidente decadente y hedonista.

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Altamente recomendable, debe ir a verla prevenido de que, a pesar de sus carcajadas, al final, puede verse fielmente retratado. Y eso duele.