Agustín de Foxá, una época y un estilo que se nos va

Ayer, 30 de junio, día pleno de aniversarios, se cumplieron 50 años de la muerte de Agustín de Foxá, Conde de Foxá, diplomático, periodista, poeta y narrador de una época que, lánguidamente, se fue con él. Me lo encontré por primera vez en el Frente finlandés, entre las hojas del Kaputt de Curzio Malaparte, donde ambos fueron testigos del heroísmo escandinavo sobre la nieve. Siguió el imprescindible, Madrid, de Corte a Checa, crónica de amor y combate, de caída y revolución, de España, de la vida... por no contar el hermosísimo y tantas veces cantado Himno de la División Azul.

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Como homenaje, nada mejor que su poema Melancolía del desaparecer.
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Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.
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Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata,
bañados por la luz del sol poniente
y noches llenas de esa luz de plata,
que inundaban mi vieja serenata,
cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente.
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Y pensar que no puedo en mi egoísmo
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la luna brillará lo mismo
y ya no la veré desde mi caja.