martes, 24 de abril de 2018

Centauros del desierto de John Ford

Hace años que tenía pendiente esta película de John Ford, según muchos la mejor de las suyas. Intentar explicarles a estas alturas quién es John Ford parece ridículo tras haber pasado por aquí obras de arte como El hombre que mató a Liberty Balance, Fort Apache, o La diligencia. Señores, apunten esto: John Ford es, sin duda, el mejor director de cine de todos los tiempos. No sé si he sido claro...
.
Centauros del desierto nos sitúa en la zona fronteriza de Texas con Méjico, en 1868, tres años después de la guerra de Secesión. Ethan Edwards, un hombre solitario y antiguo oficial del Ejército de la Confederación, regresa derrotado a su hogar. La persecución de los comanches que han raptado a una de sus sobrinas se convertirá en un modo de vida para él y para Martin, un muchacho mestizo adoptado por su familia. Este, aparentemente, es el sencillo argumento de un viaje al centro del odio y la intolerancia. En la mirada de Ethan el racismo está latente, aunque casi imperceptible; ojos caídos de un perdedor que apenas puede esconder un desprecio tan brutal como poco explícito.
.
El maestro Ford vuelve a demostrar por qué es el mejor director de la historia del cine en un gran relato lleno de amargura y poesía, en la que John Wayne vive su papel y el Monument Valley da marco a esta historia. Una obra de arte que usted, amigo lector, podría optar por no ver. Allá su conciencia.

1 comentario:

José Antonio Martínez Climent dijo...

Sesión doble de fin de semana. Como en las matinales de cine de nuestra infancia pero no en una sala atestada de chiquillos chillones, sino en la tibia comodidad de nuestro piso de cincuentón. Una merma, quizá.

Patrocinada por El Baluarte, Centauros del Desierto, con la espléndida desenvoltura el Reverendo Capitán Samuel Johnson Clayton y el trágico y caballeresco Ethan Edwards hilvanando la historia hacia el inevitable final.

Luego, y traída por la casualidad (en TVE2), El Juez de la Horca, de John Huston, con un sentido del humor muy propio del director, y con un final tan delicioso como necesario en estos tiempos de gris oficialidad y negación de los altos modales y de las bellas formas.

A ambos patrocinadores, gracias.
Jose