Premiada en Cannes recientemente con el Gran Premio del Jurado, esta película dirigida por Xavier Beauvois ha supuesto toda una revolución en el mundo cinematográfico francés y europeo.
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De dioses y hombres, narra la trágica, pero también esperanzadora, historia de una comunidad de monjes católicos, trapenses, que viven en Tibéhirine, una aldea en el Atlas, al norte de Argelia. Viven plenamente integrados en la comunidad rural, musulmana y pobre, que nació alrededor del pequeño monasterio de 9 monjes: La Abadía de Nuestra Señora del Atlas, ahora trasladada a Marruecos.
.De dioses y hombres, narra la trágica, pero también esperanzadora, historia de una comunidad de monjes católicos, trapenses, que viven en Tibéhirine, una aldea en el Atlas, al norte de Argelia. Viven plenamente integrados en la comunidad rural, musulmana y pobre, que nació alrededor del pequeño monasterio de 9 monjes: La Abadía de Nuestra Señora del Atlas, ahora trasladada a Marruecos.
La historia real sucede en 1996 cuando una célula del Grupo Islámico Armado (GIA), escisión radicalizada del ya radical Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), secuestró, y asesinó tres semanas después, a siete monjes de esta comunidad querida y apreciada por los argelinos a los que sirven y entre quienes viven. Aún hoy no está claro lo que verdaderamente sucedió y la sospecha aún sobrevuela a las fuerzas de seguridad argelinas.
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La puesta en escena es espectacular, sin presentar grandes paisajes o tomas de masas, más al contrario por su cercanía y la capacidad de recrearse en los detalles para hacer patente los sentimientos de estos monjes, a quienes vemos en la foto de abajo en sus identidades reales. Esta comunidad se debate en la duda entre marcharse del monasterio ante la amenaza de ser asesinados o continuar con el cumplimiento de la llamada que han sentido de Cristo. Tras dudas y tensiones, pero en el amable ambiente de la comunidad, deciden quedarse y asumir el riesgo. Los diálogos intensos y profundos valen por un completo curso catequético, por una profunda reflexión sobre el sentido de la vida del cristiano. Es quizás lo mejor de la película. Una frase del anciano monje-médico al prior es un resumen de estos diálogos: "Tampoco le temo a la muerte, soy un hombre libre".
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Hay dos escenas especialmente conmovedoras. La primera, cuando la comunidad, sentada a la mesa, saborea unos vasos de vino mientras suena de fondo el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, en pantalla aparecen los rostros serenos y felices sobre los que asoman lágrimas. Es una "última cena" en la que las expresiones de los rostros no precisa de más explicación. La otra escena es la final en la que la columna de terroristas y frailes secuestrados avanzan en un paisaje nevado y sus imágenes van desapaceciendo, se diluyen a la mirada conmovida del espectador entre la neblina y el bosque blanqueado por la nieve. Ahora, el recuerdo de estos mártires de su fe no se puede diluir en nuestros corazones gracias a esta obra maestra de Beauvois
3 comentarios:
Me la apunto. No pasará esta semana sin que la vea. Gracias.
Hola
La vi este sábado. Me parece una excelente película, con sensibilidad pero sin emotividades fáciles. Me impresionó la escena del monje que presa del miedo y estando en su celda, pide a Dios que no le abandone y, por supuesto, la cena, en que los rostros de los monjes son toda una lección de interpretación, con expresividad a la vez que con serenidad y sin sobreactuación alguna.
Por cierto, en un país tan laico como Francia se hacen películas así; no sé si el director es creyente o no, pero en cualquier caso ¿se imagina una película similar en España? ¿verdad que no?
Pedro
Gracias Enrique y Pedro.
Creo que en España se pueden hacer películas como esta, ahí está, en un estilo totalmente diferente, "La última cima". Sólo hace falta creérselo y saber que una película mala, pero "comercial" da menos dividendos (no olvidemos que el cine es un negocio y muy detrás un arte... el 7º de la lista) al medio - largo plazo que una buena de verdad. Nos mata el corto plazo...
Un abrazo
Abu
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