Jorge Luis Borges, autor argentino y universal y que pasó por este baluarte en varias ocasiones consideraba este libro, El libro de arena, como la mejor de sus obras. Quizás no le falte razón si bien, como lector apasionado que soy de su obra no percibo brechas en la calidad de lo leído con anterioridad.
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Este es, como muchas de sus obras maestras (Borges es de los pocos que tiene muchas obras maestras y no sólo una), una recopilación de cuentos, trece, en concreto, más un epílogo. Fue publicado originalmente en 1975.
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El último de los cuentos da título a la recopilación y nos habla de un libro infinito e inabarcable, como la biblioteca de Alejandría por él soñada, que lelva consigo una maldición. De los cuentos, Borges señaló el titulado "El congreso", una historia erudita y universitaria, como el más autobiográfico y fantástico de todos y su favorito.
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Yo, personalmente, además del ya señalado que da título al libro, me sentí admirado por la lectura del primero, titulado "El otro" que señala una suerte de ucronía en la que el propio Borges se encuentra consigo mismo en un momento muy anterior, o muy posterior, y conversa consigo mismo proponiéndose pruebas para demostrar cada uno de ellos su verdadera identidad, tomando la lengua, los libros y la literatura como eje de sus tretas. Llegan a decir, como si hubieran estado ya en la España de hoy: "No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní"...
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Este es, como muchas de sus obras maestras (Borges es de los pocos que tiene muchas obras maestras y no sólo una), una recopilación de cuentos, trece, en concreto, más un epílogo. Fue publicado originalmente en 1975.
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El último de los cuentos da título a la recopilación y nos habla de un libro infinito e inabarcable, como la biblioteca de Alejandría por él soñada, que lelva consigo una maldición. De los cuentos, Borges señaló el titulado "El congreso", una historia erudita y universitaria, como el más autobiográfico y fantástico de todos y su favorito.
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Yo, personalmente, además del ya señalado que da título al libro, me sentí admirado por la lectura del primero, titulado "El otro" que señala una suerte de ucronía en la que el propio Borges se encuentra consigo mismo en un momento muy anterior, o muy posterior, y conversa consigo mismo proponiéndose pruebas para demostrar cada uno de ellos su verdadera identidad, tomando la lengua, los libros y la literatura como eje de sus tretas. Llegan a decir, como si hubieran estado ya en la España de hoy: "No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní"...
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