Que el Reino Unido es una potencia cultural y literaria es un hecho incontestable. Que el nivel cultural medio en la isla es muy bajo es también conocido, pero menos. Que la imagen que los británicos tienen de sí mismos es inmejorable también es un lugar común y ello les impulsa muchas veces a minusvalorar a "los otros".
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Por ejemplo, hace poco he leido la lista de los 100 libros más influyentes del siglo XX que publicó en 2008 The Times y ¿saben cuántos libros españoles aparecen el lista? Exacto, ninguno. Si bien el articulista incluye una lista inicial más corta en la que figuraba "La rebelión de las masas" de Ortega.
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Y no es porque no se hayan estudiado las similitudes de ambas literaturas y haya quedado la cosa en tablas. Es que los británicos no están dispuestos a leer más que a angloparlantes o buenas traducciones, y en esto, la difusión de la cultura española falló durante siglos. Y mientras los anglosajosnes sepan vender, y lo hacen como nadie, sus productos culturales, siempre irán por delante. No es una cuestión de calidad.
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El camino por recorrer es largo y hay que empezar por fomentar mucho más aún el gusto por la lectura en nuestos jóvenes. El resultado, desde luego, merece la pena, tanto por la mejora de la formación de la sociedad española, y el plus de libertad que ello garantiza, y la más necesaria de sus clases dirigentes, lo que redundará a la larga también en el necesario impulso que merece la larga y fecunda historia literaria, artística y cultural de nuestras letras hispanas.
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Como muestra de este déficit, por ejemplo, hace unos días leyendo El Imparcial, he sabido por el Profesor Solozábal que en Sotheby´s de Londres se subasta el retrato de Azorín que pintó Zuloaga y que pueden ver ahí arriba. No ha habido compradores que pujaran lo mínimo... y uno se pregunta ¿será por la crisis? ¿sabrán los inversionistas y críticos británicos quién era Zuloaga? ¿y Azorín?
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