El Sahel es el nombre que recibe la depauperada franja de tierra que separa el Africa Tropical, negra y animista-cristiana del Sahara norteafricano, árabe, bereber y musulmán. Como todos los cinturones de quiebra, lugares de contacto o fricción entre civilizaciones, etnias o religiones, son espacios sujetos a un conflicto potencial o real. Como muestra en esta región, están Darfur en Sudán, las intermitentes rebeliones Tuareg en Mali y Niger, los conflictos entre la elite mauritana árabe y los haratime negros, de origen senegalés o el conflicto, largo y larvado, de Chad, que de vez en cuando sacude las vidas de miles de personas.
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Esta zona está siendo azotada además, por plagas de langosta, que son un auténtico desastre natural para los habitantes de esas tierras, o por sequías que expanden las fronteras saharianas hacia el sur, privando de pastos y de tierras de cultivos tanto a nómadas como a poblaciones asentadas, generando conflictos intertribales por el acceso al agua y fomentando la violencia extrema que obliga a muchos a emigrar hacia el sur... o hacia el norte llegando a nuestras costas en busca de una mejor vida, a la que todos tenemos derecho.
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Últimamente un nuevo actor ha hecho acto de presencia en el Sahel, se trata de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), nuevo nombre, que sugiere una expansión regional, del argelino Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Se sabe que este grupo tiene sus bases de entrenamiento en el profundo Sahara, en la región fronteriza entre Argelia, Mauritania y Mali, donde terrorismo y contrabando unen sus fuerzas. Allí llevaban a cabo hasta ahora tareas logísticas, de entrenamiento y de adoctrinamiento, pero nunca habían actuado en la zona para obtener, comno contrapartida, el callado beneplácito de los Gobiernos de Bamako y Niamey. Esto ha cambiado, ya que desde mediados de diciembre se han producido dos secuestros en Niger y Mali que suponen un cambio de actitud al respecto y una toma de posición beligerante en la zona hasta ahora relativamente tranquila y libre de terrorismo islamista.
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El 14 de diciembre, dos diplomáticos canadienses, Robert Fowler, enviado de la ONU a Niger, y un consejero, fueron secuestrados en una localidad a 60 kiómetros al norte de Niamey, Níger. El 22 de enero, cuatro turistas europeos, dos suizos, un alemán y un británico fueron secuestrados en la zona fronteriza entre Niger y Mali. No es la primera vez que los terroristas islamistas secuestran turistas ya que anteriormente, en 2003 secuestraron a catorce turistas alemanes en Argelia y en 2007 en Túnez a dos austriacos, en la foto con sus captores. Ambos grupos de turistas fueron liberados en Mali tras varios meses de cautiverio y el cobro de un sustancioso rescate, siempre negado. Es, en cambio, la primera vez que un secuestro se produce en Mali o Niger.
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Estas acciones fueron atribuidas en un principio a rebeldes Tuareg, pero todo indica que AQMI está detrás de estas acciones. La hidra islamista se extiende hacia el Sur y también hacia el Norte. El chantaje a Occidente y a la ONU está ahí, es una realidad cuya ocultación no nos libra de su amenaza. Lo que pase a miles de kilómetros de distancia no nos debe resultar ajeno ya que en estos lejanos e inaccesibles lugares se prepara en estos momentos el próximo zarpazo contra nuestra libertad.
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En el Sahel se está librando una batalla, las arenas arden sin llama, nuestra libertad y la de nuestros hijos está en juego. Actuemos antes de que sea tarde.
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