sábado, 28 de junio de 2008

Zimbabwe, Occidente y la ¿democracia?

Ayer en Londres, en Hyde Park, se celebró un multitudinario concierto para celebrar el 90 cumpleaños de Nelson Mandela, un hombre esencial en la lucha por las libertades en Africa, en la Sudáfrica del apartheid finalmente superado. Fueron años difíciles los del inmediato post-colonialismo en los que las potencias europeas hacían la vista gorda sobre las grandes tragedias del Africa principalmente ex-británica, eran los años de Dieter Botha en Pretoria y de Ian Smith en la antigua Rodhesia. Esos tiempos han pasado, pero lo que hay ahora no es mucho mejor. Son ahora los sátrapas locales los que hacen que su regímenes sean una versión localista e infitamente más cruel que la de sus antecesores (y maestros) blancos.
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Al tiempo que decenas de cantantes europeos y americanos cantaban en el centro del viejo Imperio Británico, en Zimbabwe se celebraba una nueva farsa de democracia. Robert Mugabe tras perseguir y aseisnar o encarcelar a sus oponentes del MDC de Morgan Tsangarai, ha permitido que se celebran unas elecciones presidenciales en las que él es el único candidato. El grito desesperado de los moribundos, el lamento de los sin esperanza apenas llega a los despachos europeos como el sonido de un leve murmullo.
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Si Occidente se embarcó en guerras, discutibles por otra parte, en lugares como Bosnia, Kosovo, Iraq o Afganistán, ¿por qué hace lo propio para salvar la dignidad humana en Zimbabwe? La respuesta en muy clara. Existe mala conciencia sobre todos los asuntos africanos y decimos que Europa debe hacer que sean los propios aricanos los que resulevan sus problemas pero sin implicarnos en ellos. Al final no es más que una elaborada postura hipócrita ya que es una respuesta válida, pero no es suficiente.
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Sudáfrica es en gran parte culpable de la acual situación. Mugabe se convirtió en mito de la lucha contra el blanco y en 1980, tras el acuerdo de Lancaster House, fue aclamado por todos los líderes africanos como un Freedom Fighter. La deriva hacia el caos ha sido imparable desde que Tony Blair decidiera dejar de pagar sumas astronómicas para aplacar al dictador. El "camarada Bob" según los comunistas sudafricanos a punto de hacerse con el poder en Pretoria de la mano de Mr. Zuma, ha estado respaldado durante años por por aquellos que ahora le piden que cambie. Demasiado tarde.
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La otra gran duda es ¿hasta qué punto es Robert Mugabe libre para tomar sus decisiones? Mucho nos tememos que la gran cantidad de "empresarios", policías, militares, veteranos de guerra, "granjeros" que tomaron al asalto las propiedades de ciudadanos blancos han tejido una red de intereses que se sustenta tan sólo en la permanencia de Mugabe en el poder. Esta gran maraña de intereses y de equilibrios inestables de poder están imposibilitando el que Mugabe deje el poder. Pero Mugabe tiene 84 años y la biología manda sobre la ciencia política. Cuando Mugabe muera rodeado de sus fanáticos seguidores comenzará, sin duda, una cruenta guerra civil entre sus actuales seguidores en la que la mayoría del pueblo de Zimbabwe será mero espectador y, como siempre víctima.
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Occidente seguirá mirando para otro lado y haciendo ampulosas y estériles declaraciones. En Zimbabwe se seguirá muriendo por no pensar como lo hace el "camarada Bob". Por eso estos días la voz debil pero firme de Nelson Mandela suena como un latigazo sobre las conciencias adormecidas e hipócritas del "hombre blanco".

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