Alberto San Juan, gracias por tu consejo.

Ayer, como sabrán algunos, se otorgaron los premios Goya durante una previsible gala, pueblerina y cutre a decir de Ansón, que es en realidad una vulgar copia de otras ceremonias foráneas con más arraigo y "tronío". Suele ser esta una ocasión para que los mediocres pesebreros se den a conocer, desnuden sus instintos y se retraten de alguna forma que ellos creen original.

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Hace años que la Academia de Cine española fue tomada al asalto por los peores cineastas de la cartelera hispana, con escasísimas y honrosas excepciones, cabe nombar entre ellas a Landa, Garci, Amenábar y diez u ocho más, algunos de los cuales, por pura dignidad mantienen una distancia considerable de los "oficialistas".

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A estos mediocres "académicos oficialistas" aunque "vendan poco", dadas las millonarias subvenciones que les otorga el Ministerio de Cultura con nuestro dinero (si, si, el suyo también), les resulta un rentable negocio. Gracias a este sistema, cocinado en la Casa de las Siete Chimeneas, el cine español vende menos entradas que nunca y genera, también, más gastos que nunca. Pero esto, tiene su compensación "en especie" que a Vd, amigo lector, nunca le saldrá rentable.

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El caso es que uno de estos mercenarios del "arte" ha dedicado su premio como mejor actor masculino a su familia, a sus amigos y... a "la disolución de esa cosa llamada Conferencia Episcopal". Tras este exabrupto, la manada de corifeos, pesebreros como el ponente, rompieron en horrísonos graznidos de aprobación... estamos en campaña y sólo algunos pagan por hacer cine malo... ¿lo entienden, verdad?

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En definitiva, hago una disgresión en este blog que nunca había puesto los pies en pesebres ajenos, para darle las gracias al, hasta ahora, para mi desconiocido, Alberto San Juan por su declaración. No crean que hay ironía en mis palabras. Nada más lejos de mi intención. Me explico.

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Se lo agradezco, porque tras haber desnudado su alma y comprobar que es inerte y que en ella anida la insolencia y la inanidad ideologizada, me ha descubierto que es incapaz de crear Arte. El Arte requiere de limpieza y amplitud de miras sin las que es imposible crear belleza. Por ello le agradezco, como amante del Cine (con mayúsculas), que se haya retratado para evitarme ir a ver e incluso leer críticas de cualquier película en la que su nombre ensucie los créditos, ya que sé, porque él me lo ha dicho a su manera, que en ella no cabe el Arte y que, en mayor o menor medida, habrá que soportar la mezquina impostura de un alma sucia, falaz y mercenaria.

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Una vez más, gracias. Y ahora ya puedes irte para siempre, Alberto.