7 de octubre, día de la Virgen del Rosario y aniversario de la Batalla de Lepanto. Batalla salvadora y casi fundacional del actual Occidente cristiano, donde las fuerzas coaligadas de España, el Papa, Venecia y Génova, derrotaron en "la más alta ocasión que han visto los siglos", a decir de Cervantes, el impulso arrollador de la Sublime Puerta que llevaba consigo el gérmen del Islam más combativo.
Orgullo de España, jamás suficientemente ponderado y valorado por las demás potencias cristianas europeas, que incluso, como es el caso de Francia, se aliaban con el turco para obtener ventajas temporales.
Hoy, un año más, debemos los cristianos bien nacidos de todas las latitudes del mundo rendir un merecido homenaje a esos hombres que arriesgaron sus vidas para que hoy muchos occidentales disfruten de la libertad -que a algunos les lleva incluso a abjurar de su fe- ganada en el campo del honor. Especial recuerdo, merece el Comandante de la flota Cristiana, Don Juan de Austria, cuyo mausoleo, que se muestra bajo estas líneas, está en el Monasterio del Escorial. España fue capaz de quemar su imperio por defender su fe, contrariamente a lo que hicieron otras potencias cristianas, que no sintieron el más mínimo arrobo en quemar su fe (Enrique IV de Francia o el VIII de Inglaterra son buenos ejemplos) por salvar su imperio. La grandiosa obra de España permanece viva en la cotidianeidad europea, en sus límites y, sobre todo, en sus valores.
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