viernes, 16 de septiembre de 2011

El arbol de la vida de Terrence Malick

Ha llegado la quinta película de Terrence Malick desde que empezó a mediados de los años 1970s. El árbol de la vida llegó con la expectación con la que se espera la llegada de un cometa en cuya cola trajera prendida la belleza en su estado más puro. Pero esa expectación ofrece lecturas diferentes y se han leído críticas que yerran el tiro y otras que dan en la diana. Y es que El árbol de la vida es una oración, un poema visual y una historia de amor, remordimiento, perdón y sobre todo Esperanza. Esperanza desde un punto de vista teológico más que humano. Lo hace con un ritmo lento que permite recrearse en la música y las imágenes de una belleza extraordinaria.
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Es una historia construida sobre la vida de una familia de clase media americana, católica, seguramente de origen irlandés, que viven en Waco, Texas, la ciudad natal de Malick, a la que la muerte de un hijo hace plantearse muchas cosas. Cosas importantes, que duelen y que escarban el lo profundo del alma.
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La vi ayer, de estreno, y me sorprendió ver que la sala estaba sólo a la mitad. Me sorprendió aún más que a mitad de película una gran cantidad de gente se fuera. Indudablemente son personas que no sabían a lo que iban, quizás ni habían leído una simple crítica de la película y pensaban que iban a que le contaran una historia, la historia de otro, una historia que te ayude a olvidar tus propias miserias humanas. Pero Malick, con su película, te cuenta tu propia historia y lo hace de una forma tan directa y a la vez bella, que pocos lo soportan por que se ven allí en pantalla, crudamente, y huyen ante la Verdad. Nada nuevo. Por eso, imagino que esta inmensa película, durará en cartel muy poco tiempo, así que vayan a verla antes de que "el sistema" la retire.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este sábado he visto la película. Sólo dos cosas: la primera es que creo que le sobran 20-30 minutos a la cinta, sobre todo en su segundo tercio, que peca de reiterativo; la segunda, es que me dejó estupefacto, en el mejor sentido del término: una película que habla de las personas, del dolor pero también de la felicidad, del sufrimiento tanto como de la esperanza, de los errores, de ilusiones frustradas, de la entereza y de la debilidad de los padres, de la soberbia y de la búsqueda de solidez en los hijos...
En el cine apenas éramos una veintena de personas, varios se fueron a mitad de la película, después de molestar a los demás de manera reiterada con burlas y con risas. Seguramente será un fracaso de taquilla visto el nivel cultural (y moral) medio de este país dejado de la mano de Dios.
No hace falta ser católico o persona con convicciones religiosas para verla y disfrutarla (un matrimonio amigo mío, ateos convencidos, la valoran positivamente) pero sí que hay que tener sensibilidad espiritual y una menta abierta, cosa cada vez más escasa en este pudridero de sociedad que tenemos.
Pedro

Abu Saif al-Andalusi dijo...

¡Qué razón tienes Pedro! La película se puede hacer un poco larga al final y en la recreación de la Creación, valga la redundancia.
Pero no es para todos lo públicos, y no por edad, precisamente.
Un abrazo
Abu

manipulador de alimentos dijo...

Una película inolvidable! Essencial e imperfecta, como la vida misma.