El director de cine británico Tom Hooper ha conseguido hacer una película redonda: elegante, emocionate, divertida, evocadora. Esta película, El discurso del Rey llega al corazón y ha merecido ser nominada para recibir 11 Oscar de Hollywood, incluyendo los más importantes. Si ven la película verán porqué.
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Esta película cuenta una historia real de superación y amistad entre un Rey de Inglaterra, Jorge VI, padre de la actual reina Isabel II, y un logopeda australiano, Lionel Logue, que le ayuda a superar su tartamudez.
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La película no deja un sólo resquicio para la crítica o para la queja técnica o argumental. Colin Firth, en el papel del rey, hace una de las mejores interpretaciones de las que yo tenga recuerdo, junto con la de Geoffrey Rush en el papel del logopeda Logue. Los personajes son creíbles e históricamente reconocibles; pero es el estudio psicológico del Rey, de sus miedos y de los orígenes profundos de su tartamudez, lo que hace que esta película sea diferente. La amistad, a toda costa, de Logue, sazonada con la fina ironía inglesa, australiana en este caso, es el necesario contrapeso a la inicial prepotencia y miedo del Duque de York, quien sufre, además, un dilema moral ante la discutible actitud moral de su hermano, el rey Eduardo VIII, que abdicó a los once meses de su coronación para casarse con la zafia Wallis Simpson y cediendo el cetro del Imperio británico a su hemano. Jorge VI al verse coronado siente el peso de la responsabilidad coartado por su problema en el habla y reconoció las verdaderas cualidades profesionales, pero sobre todo humanas, de Lionel Logue de quien conservó su amistad y agradecimiento hasta sus últimos días.
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Esta película cuenta una historia real de superación y amistad entre un Rey de Inglaterra, Jorge VI, padre de la actual reina Isabel II, y un logopeda australiano, Lionel Logue, que le ayuda a superar su tartamudez.
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La película no deja un sólo resquicio para la crítica o para la queja técnica o argumental. Colin Firth, en el papel del rey, hace una de las mejores interpretaciones de las que yo tenga recuerdo, junto con la de Geoffrey Rush en el papel del logopeda Logue. Los personajes son creíbles e históricamente reconocibles; pero es el estudio psicológico del Rey, de sus miedos y de los orígenes profundos de su tartamudez, lo que hace que esta película sea diferente. La amistad, a toda costa, de Logue, sazonada con la fina ironía inglesa, australiana en este caso, es el necesario contrapeso a la inicial prepotencia y miedo del Duque de York, quien sufre, además, un dilema moral ante la discutible actitud moral de su hermano, el rey Eduardo VIII, que abdicó a los once meses de su coronación para casarse con la zafia Wallis Simpson y cediendo el cetro del Imperio británico a su hemano. Jorge VI al verse coronado siente el peso de la responsabilidad coartado por su problema en el habla y reconoció las verdaderas cualidades profesionales, pero sobre todo humanas, de Lionel Logue de quien conservó su amistad y agradecimiento hasta sus últimos días.
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