Eritrea, un problema que viene ...

Etiopía era el más antiguo imperio africano cuya dinastía reinante, heredera directa de la del Rey Salomón según la tradición, terminó en 1974 tras ser derrocado Haile Selassie I por el más sanguinario dictador africano del siglo XX, Menghistu Haile Mariam, que recibió apoyo de la URSS y de 15.000 soldados cubanos. Una larga guerra civil unió las fuerzas de muchos de los grupos étnicos etiopes, hasta entonces enfrentados, para derrocar al tirano que fue finalmente derrotado en 1990, dejando tras de sí cerca de tres millones de muertos y la mayor hambruna artificialmente creada conocida hasta ahora.

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En esta guerra civil los eritreos habían cesado su particular guerra de independencia contra los Ahmara, minoría gobernante. Isaias Afewerki y Meles Zenawi fueron amigos, camaradas de lucha contra Menghistu y parientes lejanos y lideraban a los eritreos y a los ahmaras. Tras la derrota del maoismo africano de Menghistu, continuó la lucha entre estos antiguos camaradas y finalmente Eritrea ganó su independencia en 1993 tras vencer una larga guerra contra el poder central de una Etiopía, de la que formaba parte desde la retirada italiana en 1941. Tras ser reconocida por la ONU dejó a Etiopía sin salida al mar y con una herida en el orgullo del viejo imperio. Aún hoy cientos de miles de soldados permanecen desplegados a ambos lados de una frontera nunca reconocida y la misión de la ONU desplegada en estos dos paises hubo de retirarse en 2008 por ser incapaz de cumplir el mandato que le había sido asignado.

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Desde 1993 Eritrea ha mantenido una larga carrera hacia la autodestrucción de la mano de Afewerki que ejerce el poder personal, directo y ensimismado en la creencia de que tan sólo el puede llevar a Eritrea a un futuro mejor, mediante un sistema marxista de raiz maoista que aprendió durante su formación en China. Las señas de identidad de Eritrea son además de un profundo sentimiento de orgullo nacional, un balance religioso 50-50 entre musulmanes y cristianos, ineficacia económica, corrupción, inexistencia de prensa libre, violaciones sistemáticas de los derechos humanos, como la reciente desaparición de miles de mendigos que vagaban por la capital Asmara, preeminecia militar y en concreto de la casta de antiguos guerrilleros doblemente vencedores, contra Menghistu y contra Zenawi, pero que han sido incapaces de ganar la paz para su pueblo azotado ahora con una gran carencia de alimentos y la peor sequía de las últimas décadas.

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Aislado del mundo, con sus escuálidas arcas ha finaciado a todos los grupos rebeldes de los paises vecinos, como los Frentes de Liberación Oromo y de Ogadén en Etiopía, las Cortes Islámicas y Al Shabab, que tiene víunculos con Al Qaeda, en Somalia, a grupos rebeldes en Darfur, en Beja y en Kordofán, en Sudán. Además, mantiene contenciosos territoriales con Etiopía, Djibouti, país que invadió en 2008 y Yemen con quien tiene un contencioso por una isla en el mar Rojo. La mezcla de todos estos factores son motivos suficientes para que su aislamiento se ha incrementado aún más. Hay rumores, absolutamente falsos, de que mantiene fuerzas iraníes en su territorio...

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La actual situación social con un empobrecimiento galopante, los problemas de lealtad a Isaias Afewerki entre los cuadros jóvenes de sus Fuerzas Armadas, y la creciente presión internacional contra este pequeño y orgulloso estado que promueve la violencia y la guerra hacen que sea cada vez más probable una explosión en este país que puede adquirir diversos matices. Así, mientras una rebelión interna es improbable dado el control que ejerce sobre la oposición, una escapada hacia adelante mediente una acción bélica, que sería suicida, contra cualquiera de sus vecinos empeiza a ser más probable en una zona, el Cuerno de Africa, que arde por los cuatro costados, Somalia (y no hablo de piratería, que es problema menor), Sudán y su presidente acusado por el ICC, un conflicto latente en el sur de Sudán que explotará antes del verano de 2011, sobre un mar de petroleo, ...