En 2009 el irlandés Neil Jordan, ganador de un Oscar, dirigió una película que recrea viejas leyendas irlandesas mezclada con la de Ulises, de Siracusa, y las traslada a la Irlanda de hoy en día, a un bello y pequeño pueblo pesquero del suroeste irlandés. La película, que toma el nombre de su protagnista femenina, se titula Ondine. La leyenda del mar.
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Un pescador recoge en sus redes a una mujer viva que poco a poco va cambiando su vida y la de su hija, que sufre una enfermedad que la mantiene atada a una silla de ruedas y que precisa de tratamientos periódicos. Syracusa, que así se llama el pescador, está divorciado y lleva una vida solitaria, dedicada, con poco éxito a la pesca. Los cantos de la sirena atraen a los peces y a las langostas lo que hace que se comience a tener éxito en sus capturas. Pero las cosas sufren un cambio brusco, a pesar de que surge el amor entre pescador y la misteriosa y bella mujer a la que refugia en una casa aislada propiedad de su familia, decide dejarla.
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Como curiosidad, el pescador mantiene una estrecha relación con un sacerdote con quien se confiesa con regularidad pero que no le da, por no quererla, la absolución.
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Como curiosidad, el pescador mantiene una estrecha relación con un sacerdote con quien se confiesa con regularidad pero que no le da, por no quererla, la absolución.
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La película es poética, delicada y fantástica. La música, los paisajes marinos y las verdes colinas de Irlanda, ayudan a que esta película se clave en la retina. Pero sobre todo me ha hecho recordar la bella Irlanda y me ha dado ganas de regresar por allí.
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