Medio siglo

Bodas de Oro llaman a los aniversarios redondos en que se cumplen medio siglo de aquello que se celebra. Cuando lo que se celebra es, efectivamente, una boda, toman verdadero sentido el nombre y la celebración.

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Eso es lo que hoy conmemoro: una boda. Pero no una boda cualquiera, sino aquella que fue el chispazo que me dio la vida. Aquella en la que Dios se hizo presente en medio de una pareja para santificar una unión para que diera sus frutos, espirituales y materiales, entre los cuales me encuentro.

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Medio siglo de conversaciones, miradas, lecturas y rezos. Cinco décadas de guiños, esperas, enfermedades y misas. Diez lustros de nostalgia, viajes, rosarios, disgustos y risas. Cincuenta años de Amor de verdad, de aceptación y de lucha, de penurias y esperanzas. Medio siglo de Familia Cristiana, feliz y en Paz. ¡Cuántos motivos, pequeños y grandes, para celebrarlo!

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Por todo ello, por lo que fui, por lo que soy y por lo que seré. Gracias.
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Gracias a mis padres por lo que de mi han hecho. Gracias a mi padre por ser mi maestro de armas y porque desde la Casa del Padre, me sigue ayudando. Gracias a mi madre, que desde aquí da testimonio diario de tesón y de fe inquebrantable. Y, sobre todo, Gracias al buen Dios por haber hecho todo esto posible y por no haber apartado Su mano de nuestras cabezas en todo este tiempo, con el ruego de que continúe guiándonos como hasta ahora.