miércoles, 7 de noviembre de 2007

Nuestro Rey y la América hispana, una visión desde Argentina

Ayer dia 6, el periódico bonaerense La Nación, publicaba un artículo firmado por Joaquín Morales Solá, en la foto, titulado "Argentinos y uruguayos le deben un gesto al rey", del que hoy se hace eco ABC. En el, se dice, en visperas de la cumbre Iberoamericana que está a punto de empezar en Santiago de Chile, cosas tan atinadas y hermosas como las que siguen, y además, fijense cómo no lo menciona el autor como un mandatario extranjero, sino más bien como un Líder que estuviera por encima de paises y naciones y capaz de intervenir en contenciosos continentales como mano inocente e independiente comunmente aceptada por nuestras naciones hermanas. La idea, me gusta.

"El rey Juan Carlos está atravesando en España un complicado momento político, atenazado por la impugnación de sectores ultranacionalistas y también de grupos de ultraderecha. El monarca ha dejado trascender en días recientes que lo incomodan más estos últimos que las obvias objeciones del rancio nacionalismo. Pasado mañana, en Santiago de Chile, argentinos y uruguayos tendrán la oportunidad de hacerse un favor entre ellos y de hacerle un favor político y oportuno al popular rey español"

"En los últimos días, algunos latinoamericanos ilustres, como el ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti y Enrique Iglesias, secretario ejecutivo de la Cumbre Iberoamericana y con su corazón partido entre Uruguay y la Argentina, escribieron artículos en los que ponderaron el papel del rey Juan Carlos en el proceso de democratización de América latina.

Ese papel está más allá de las dudas: el rey fue un emblema de los años 80 porque él había conducido también una exitosa transición entre una dictadura y una democracia moderna. El rey fue también, en el caso argentino, uno de los pocos líderes del mundo que pidieron por la Argentina ante dirigentes y organismos internacionales durante la gran crisis de principios de siglo.

Argentinos y uruguayos tienen ahora la oportunidad de demostrar que el rey no es sólo una autoridad constitucional de España, cuyo papel se encuentra por encima de las facciones políticas, sino también una autoridad moral en América latina. Aquí está, de igual modo, por encima de las fugaces parcialidades. El favor que pueden hacer no es personal y ni siquiera atañe a España. Consiste sólo en la imprescindible reconciliación de dos hermanos. Pero podrían perjudicar demasiado al rey si la noticia fuera la de un fracaso. Ambos, en cambio, podrían ayudar al monarca a superar las dificultades que lo acosan en su crispado reino".

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