El gran Woody Allen parece haberse enamorado de España desde que le dieron el Premio Príncipe de Asturias. Oviedo y Avilés parecen haberse asentado en sus sueños. Y Barcelona es la gran protagonista de esta película, estrenada en 2008, muy por delante de Vicky y de Cristina, que sirven para dar rienda suelta a los pensamientos sobre el amor y el desamor y las dudas que los rodean. Si, Barcelona, a la que muestra y mima en su esplendor, va por delante a pesar del orden de su título: Vicky, Cristina, Barcelona.
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Allen vuele, como ha hecho otras veces, a plantearse un laboratorio de comportamiento humano en esta película en la que tres mujeres (Scarlett Johansson, Penélope Cruz y Rebecca Hall) y un hombre (Javier Bardem), intentan encontrar el equilibrio y la felicidad probando y reflexionando sobre la naturaleza (y la práctica) del amor humano.
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Casados, separados, solteros, trios e incluso una breve incursión lésbica, sirven a Allen para configurar su imaginario sobre las relaciones de pareja, las elecciones acertadas o no, los sueños, los remordimientos, la fidelidad, que no sale bien parada, y las esperanzas, o al menos, algo que se les parece.
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El resultado es una película interesante, de cierta belleza plástica y de nulo interés moral. Allen intenta mostrar, en su "laboratorio behaviourista" las posibilidades en un entorno agradable, liberal y amable en el que no caben, o muy poco, el sufrimiento y los celos. Por lo menos, le agradecemos que no intente justificar ni proponer nada sino simplemente jugar con las posibilidades. Allen en estado puro.
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