Fair play, la película recientemente estrenada en España como Caza a la espía, dirigida por Doug Liman y protagonizada por Sean Penn y Naomi Watts, narra la historia, tristemente cierta, de Valerie Plame, esposa de un diplomático norteamericano, Joe Wilson, y agente encubierta de la CIA que tiene el encargo de descubrir la verdad sobre el programa de fabricación de armas de destrucción masiva (WMD) de Saddam Hussein en Irak.
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La película se puede considerar una buena mezcla de cinta de acción con ese nuevo estilo americano de "thriller político" en el que se ponen de manifiesto las luchas políticas, los intereses de grupos de presión y el escaso valor de la verdad cuando una versión alternativa de la misma sirve mejor a una política ya diseñada de antemano.
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La historia, por ser verídica, es creíble, sigue un ritmo tepidante y no deja a nadie indiferente. Menos ahora que el ex-presidente George W. Bush ha dicho que era el único disidente en la Casa Blanca con respecto a la Guerra de Irak pero que le quedó sabor amargo no haber encontrado las WMD. Tras ver la película se puede uno imaginar cuál es el sabor de boca de la Sra. Plame.
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La película se puede considerar una buena mezcla de cinta de acción con ese nuevo estilo americano de "thriller político" en el que se ponen de manifiesto las luchas políticas, los intereses de grupos de presión y el escaso valor de la verdad cuando una versión alternativa de la misma sirve mejor a una política ya diseñada de antemano.
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La historia, por ser verídica, es creíble, sigue un ritmo tepidante y no deja a nadie indiferente. Menos ahora que el ex-presidente George W. Bush ha dicho que era el único disidente en la Casa Blanca con respecto a la Guerra de Irak pero que le quedó sabor amargo no haber encontrado las WMD. Tras ver la película se puede uno imaginar cuál es el sabor de boca de la Sra. Plame.
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